El cambio ha llegado al Ayuntamiento de Málaga. Todos están de acuerdo en eso, aunque cada uno a su manera. Desde los extremos hasta los gobernantes
El cambio está aquí. Tanto para el alcalde reelecto con la ayuda inestimable de los tres Ciudadanos representados por Juan Cassá, el hombre del ‘cambio sensato’ hasta para los que declaran que en la casa Consistorial no hay democracia y que aquello es un ‘centro de gestiones especulativas’, sólo les faltó una antorcha para quemar el salón de plenos en nombre de la revolución de los ‘nadie’, que van a instalar la República de la alegría. El avezado Paco de la Torre inicia, a sus 72 años, el más complicado de sus mandatos. Se proyectan cuatro años de pactos diarios y a varios niveles. No lleva en sus alforjas a cómodos compañeros de viaje. El sensato Cassá no tiene cara de serlo, ya dijo que su apoyo no era ‘un cheque en blanco’, puede que tenga ya una cifra en mente. Allí sentados, en la misma bancada de los ediles del PP, esos tres mosqueteros de Paco, escenificaron su pacto inicial, que puede permanecer toda la legislatura o caducar a las primeras de cambio. Quedaba constancia física que cuentan con 16 concejales, aunque los Ciudadanos no estén aún en el gobierno, cosa que hubiera agradado aún más al nuevo-viejo alcalde de la ciudad. Cassá, fue en esa sesión inaugural, el verdadero vicealcalde.
Sentados frente a frente, y enfrentados por la Diputación, estaba su presidente funciones, Elías Bendodo y el fontanero mayor de la provincia, el socialista, Francisco Conejo. Se ha ganado el título tras instalar en más de la mitad de los ayuntamientos malagueños a gobiernos afines a su organización política. En el mediano plazo municipal siempre se ha pensado en Bendodo como alcaldable, como un vicealcalde in pectore para ocupar el sillón de Paco, cuando éste se retire, y ese plazo parece que se aproxima cada año más. Pero el cambio también parece haber llegado para él. No contaba con un Cassá tranquilo, que ha dicho que Málaga es la ciudad de las segundas oportunidades –sobre todo para él–, y en el pleno de investidura se le observó pletórico en el ejercicio de una posición que le ha caído del cielo. Además, la incomodidad del líder del PP, en medio de barullo consistorial, era visible; y no había que ser Lavater –quien estudió a los hombres según sus rasgos– para verle perturbado. Puede que la preocupación no sea solo sostenerse como presidente de los diputados provinciales, sino darse cuenta de que el hábil Paco ha pactado estar durante cuatro años al completo ¿Quién propuso tal cosa? ¿El socio incómodo o el propio Paco?, haciendo parecer que fue el ahora embarazoso compañero del cambio sensato, a quien se le ocurrió esa jugada maestra. Bendodo daba la razón al ilustrado Lavater, la cara es el espejo del tormento interior.
Los ‘sí se puede’ y los viejos comunistas, prometieron sus cargos ‘por imperativo legal’, pues eso de la Constitución monárquica no les agrada para nada. Un formulismo que esta amplia democracia permite. Los de la casta antigua y los Ciudadanos de la nueva juraron o prometieron directamente, sin ningún imperativo de por medio. El imperativo que viene es el de consensuar cada cuestión que convenga a la ciudad y a sus habitantes. No va a ser fácil para un alcalde más que acostumbrado a tener una oposición de adorno, que vota en su contra sin que nada signifique. Ahora, hay 15 ediles dispuestos a darle guerra a babor y a estribor en medio de un mar revuelto por vientos que rolan sin parar. Y a sus tres mosqueteros, que nadie sabe cómo reaccionarán en cada momento. Una legislatura municipal muy divertida en una especie de parque temático del cambio. El gatopardismo se revuelve en su tumba.
De la Torre manda de nuevo, pero en condiciones precarias a la búsqueda de consensos, que dependerán de Cassá, el verdadero vicealcalde posmoderno de la capital malagueña. En su breve discurso no dijo nada brillante. Obviedades, lugares comunes que cualquiera puede firmar. La intrahistoria de este Ciudadano es la de acomodarse en su ambición personal por el poder, que le ha colocado en el papel principal de una película en el mismo instante de su estreno como actor político. Un coprotagonista que puede robar el Oscar en el último minuto. Por lo pronto, ya le hace sombra al eterno aspirante.