El secretismo, la discreción y las citas a dúos van marcando el territorio de los pactos. Nunca antes se había pactado con tanta intensidad para asegurar los sillones
Las fotos de los alcaldables y sus posibles socios, que le permitan seguir gobernando o debutar en los lustrosos sillones son de película. Salen abrazados como si se saludaran a las puertas de un cumpleaños familiar. Atrás dejaron las afrentas de campaña. Las cartas no se muestran, se hacen guiños propios de tahúres avezados en los casinos de Las Vegas, pero sin que las caras denoten inclinación alguna en estas partidas a cinco o seis apostadores. Está en juego cuatro años de gobernabilidad o de oposición. La apuesta es arriesgada. Hagan juego señorías. Los votantes esperan por los pactos como lluvia de verano.
En Málaga, los Ciudadanos tienen la llave que abrirá la puerta de la alcaldía y de la Diputación el próximo sábado. Son sólo tres concejales, pero cómo pesan. Antes, ese número de ediles eran insignificantes en un pleno de 31, ahora la aritmética política los ha dimensionado. El líder Ciudadano, Juan Cassá, se ha convertido en una figura relacionada y conocida por la prensa, sin haber ido a ningún programa de tertulias ni participar en esos concursos de supervivientes. Es un debutante con caché de político veterano, aunque lleve coleta de centro derecha.
El frente, todos contra el PP, está de moda. Es el aliento del cambio. Pero los resultados electorales han sido tan fragmentarios que se ha pasado del bipartidismo hegemónico a un abanico de grupos que insisten en formar gobiernos, inéditos hasta ahora, en esta nueva y peculiar geografía política. La incógnita a despejar es si esas nuevas alianzas serán capaces de ser eficientes en las tareas de gobierno o si los alcaldes y presidentes de diputaciones podrán llevar adelante sus programas sin mayorías mínimas.
Peligran territorios municipales del PP. Entre otros, destacan Málaga, Torremolinos, Marbella, Vélez-Málaga, Benalmádena, Mijas, Rincón de la Victoria, Nerja, Torrox, Frigiliana, Alhaurín el Grande. Una sopa de letras de difícil digestión. Mantenerlos o entregarlos al adversario será una batalla a concluirse sin falta el sábado próximo.
Los jugadores siguen a estas horas sentados en la mesa en la partida más larga de la temporada. En el caso de la capital malagueña, el Ciudadano Cassá se deja querer sin pestañear ni despeinarse. Los negociadores populares, argumentan razones que dicen ser las más lógicas, pero parece que eso no está en el juego. Los socialistas y demás fuerzas progresistas van cerrando filas apostando por un pacto al que sólo falta el invitado más deseado: los Ciudadanos. El telón de este teatro de ensayo y error, se levantará el sábado sin que haya más tiempo para los ensayos.
Mientras, las pasiones electorales de países tan diferentes como México o Turquía señalan lo mismo: las mayorías absolutas y absolutistas se han acabado. Sólo Rusia sigue inamovible con su Putin querido. Parece una tendencia, que va a marcar un nuevo tiempo para gobernar. De una sola banda a administraciones a cuatro y cinco. En España no hay excesiva cultura del pacto y menos aún de gobernar en minoría. Veremos cómo funciona este nuevo escenario donde habrá que pactar hasta el vuelo de una mosca.
Faltan pocos días, el tiempo de la negociación de agota. Los nervios templados de los negociadores se aflojarán en los plenos municipales. El champán está en el refrigerador. El brindis puede estar a la vuelta de la izquierda o seguir instalado en la derecha. Si hay cambio o todo sigue igual o se impone un gatopardismo militante lo iremos viendo. El panorama va a ser divertido.