Tras una Semana Mayor pletórica de turistas en éxtasis, viene la resaca de realidad con el aluvión electoral que se echa encima sin más inauguraciones
Se cortaron las cintas, se arreglaron aceras y calles, se limpia la cera nazarena. Se remoza la ciudad, incluso más allá del casco histórico. Se le limpian los churretes a los barrios. La Gerencia de Urbanismo entró en un frenesí callejero revisando que el recorrido procesional estuviera presentable. Para que las procesiones no tuvieran obstáculos, y no lo tuvieron. Urbanismo se ha esmerado en retirar vallas de obras, cubas de escombros, cableado aéreo, señales de tráfico atravesadas, carteleras, maceteros de hormigón, las delimitaciones de los carriles bici, y puntualiza la fuente: “(…) tras las fiestas, volverán a su situación original”. Se puede interpretar como usted guste. Esta semana, con la feria de agosto son los dos momentos, donde Málaga recibe el impulso de cientos de miles de visitantes, y la administración municipal, con Urbanismo y Limasa a la cabeza, se esmera en limpiarle la cara a la ciudad, para que después todo vuelva a ser como es habitual. En Urbanismo parecen saber decir las cosas con propiedad pública.
La semana pasada ha sido el tope de ocupación hotelera, ajetreo frenético en las cocinas y bares de la ciudad; con la compañía de temperaturas de un verano adelantado, que ha llenado por igual calles y playas. El comercio del turismo está feliz con esta ciudad bañada por los rayos de un sol generoso, que ayuda a la prima de riesgo, incluso gratis. Camas no había. Reservas para comer al completo. Calles a reventar de apretujones para ver pasar los tronos. Colas en los museos nuevos, donde se habla francés y ruso. Overbooking en la senda colgada de la pared rocosa del Caminito del Rey. Un no va más de emoción patriótica con los legionarios, que aman a su Cristo y se van a fronteras lejanas a defender la libertad occidental con la bandera española y el sello de la ONU. No se recuerda una Semana Santa mejor que esta desde hace varios años, cuando entre los bolsillos vacíos y la lluvia, el llanto de los cofrades y la angustia de los comerciantes los días transcurrían en una mayor amarga pasión.
Como anticipo del verano solariego, el turismo de la Costa del Sol está eufórico. Esto se va pareciendo a la España de antes de la crisis, aunque todos saben que ya nunca será exactamente igual. Pero el patio se anima, se escucha una saeta, se brinda ante el jolgorio y se olvidan las penas, que para eso tenemos unas tabernas malagueñas con ese recordatorio. ‘Málaga, ciudad genial’, implantó un sesudo publicista, ahora en dificultades judiciales. Se refería al genio de Picasso, aunque ahora esta ciudad se parece más al París de Ernest Hemingway, cuando se refería a que allí siempre se estaba de fiesta. Pues sí, Málaga es una fiesta de nuevo, y ha comenzado la semana pasada. Ahora le toca a la de la democracia en mayo y la del verano en agosto y después navidades y más elecciones. España, con Málaga en racha, ataca por el centro del campo europeo con el aval mayor de saber organizar los mejores festejos del Mediterráneo.
Un efecto colateral positivo sobre la afluencia de turistas en España por estas fechas, y en Málaga en particular, ha sido el atentando yihadista en Túnez, reclamo para el turismo de cruceros, y que ha sido suspendido de sus rutas. Paradojas del turismo, que huye de aquel país, cuya principal fuente de ingresos es ese. Lamentable y mucho, pues Túnez se empezaba a asomar a un régimen lo más parecido a un sistema democrático. El mazazo terrorista ha sido muy negativo para su nueva andadura política y su economía. Aunque hay que recordar que ese país no está tan lejos de Europa como pueda parecer, y esperan la solidaridad europea.
Esta semana y las que vienen, se irá disipando el encanto malagueño de su Semana Santa para entrar en el laberinto de la investidura de Susana Díaz como presidenta de la Junta de Andalucía. Los apoyos tácitos, las abstenciones, los votos negativos. Formar gobierno. Pactar y pactar. También los titulares van a ir por las municipales, tras lo que va decidir Podemos en sus disputas internas, que es lo que tiene ser una agrupación nacida al caloret asambleario de soviets de diversas procedencias. El suflé político de Ciudadanos que no cabe en el horno ya, y con ese PP que no acaba de encontrar al gurú publicitario, aunque posee un oráculo personal, que susurra al oído de los caudillos. España volverá al ruedo interno electoral en un año cargado de tormentas, que ningún hombre del tiempo electoral había previsto. Tras la pasión del Cristo que agoniza, muere y resucita, viene la más terrenal de la política local, que va a cambiar el mapa partidista en este país nuestro tan ancho y, en ocasiones, tan ajeno.