Los museos malagueños son una apuesta cara para culturizar a esta ciudad llena de tabernas. Pero hay dudas sobre cuántos ciudadanos comunes entren aunque sea gratis
Se ha tildado al alcalde de Málaga, Francisco de la Torre de tener una obsesión por abrir museos. Le viene de aquella apuesta fallida por la capitalidad cultural europea, que tan mal se manejó y que no pudo ser. La idea en sí no es criticable o sí. Una ciudad, blanco del turismo de aluvión que desembarca en el puerto, bien puede ir a uno de los museos abiertos en los años recientes, mientras se adquiere un suvenir o se ingiere una tapa con vino del lugar. Es un aliciente más que pinta muy culta a una ciudad que no lo es. De allí, que se la haya colocado el remoquete de ‘alcalde de museo’ o ‘alcalde-museo’. Que hace referencia no tanto a su edad cronológica, que lleva envidiablemente con la natación como bandera a sus 72 años cumplidos, sino a su prolongado asiento en el sillón consistorial.
En esta etapa de la aún bisoña democracia española se viene visualizando un cambio generacional. Los dirigentes en los cuarenta o menos, años de edad están de moda. En esa banda se inscriben desde el nuevo rey-jefe del Estado hasta la jefa de Andalucía, Susana Díaz, pasando por el presidente de la Diputación de Málaga, Elías Bendodo; el aspirante a comandar la región desde el partido Popular, Juan Manuel Moreno Bonilla; las nuevas cabezas pensantes de IU o los neo-comunistas, candidatos a darle la vuelta al calcetín español. Es una tendencia que se viene instalando como ley de vida. Las viejas glorias se van retirando para dar paso a esa savia nueva, que no garantiza necesariamente nada mejor, pero manejan con habilidad las nuevas tecnologías y la telegenia. Aunque no todos se despegan de sus asientos con tanta celeridad. Es el caso del regidor malagueño. Alguno de sus compañeros de partido ha declarado la necesidad de plegarse a ese cambio generacional, pero este alcalde no escucha cantos de sirenas. De ganar en mayo próximo irá camino de alcanzar casi los veinte años al mando del Cabildo, una constante que marca las prolongadas estancias en la Casona del Parque, tanto por su agrupación como por la socialista.
Dada tal circunstancia, el pareado ‘alcalde/museo’ viene dado como reflexión sencilla y actual, más que como una mofa personal. Este año que corre hacia un mayo electoral, se cierra la apertura de dos nuevos museos-franquicias: el de Arte Ruso de San Petersburgo y el Pompidou de París. Pero no sólo de mirar pinturas vive el malagueño. Se echa en falta una potente programación cultural en vía inversa, que lleve la cultura a los barrios de la ciudad, al mismo tiempo que se invierte tanto dinero en intentar que los ciudadanos, y no sólo los turistas, vayan a dichos museos. Estas pinacotecas cuestan dinero y dan pérdidas. Aquí van algunos datos reveladores sobre los principales museos de la capital.
Museo Carmen Thyssen. Rehabilitar el palacio que lo alberga costó 30 millones de euros. Déficit, que cubre el Ayuntamiento, entre 1,5 y 2 millones/€/año.
CAC. El Consistorio malagueño aporta un canon de unos 2,8 millones/€/año, que la empresa concesionaria administra.
Automóvil. Autogestión con un aporte municipal de 400.000 euros.
Mupam. Íntegramente a costa del Ayuntamiento, alrededor de 726.000 euros/año.
Mimma. Unos 192.000 euros al año.
Revello de Toro. Recibe unos 200.000 euros municipales.
Picasso. Lo administra la Junta de Andalucía, con déficit de unos 5 millones anuales.
Pompidou. Aún por inaugurarse (se espera sea en marzo). Una franquicia del original de París. Las obras de rehabilitación del Cubo del Puerto ascienden a 4,5 millones/€. Su funcionamiento costará 4,2 millones/€/año, que cubrirán unos 1,2 millones/€ por entradas (cuyo coste oscilará entre 4 y 9 euros) y otra cantidad, aún no precisada, por patrocinios. En Cultura, dicen saber que los visitantes pueden ascender a 250.000/año.
Arte Ruso San Petersburgo. Ubicado en la Tabacalera, Cultura del Ayuntamiento ha fijado un presupuesto de funcionamiento de 3,69 millones/€/año. Los ingresos por entradas y patrocinios la calculan en 681.000 euros. Su costo es unos 420.000 euros más que el Pompidou, Málaga tendrá que aportar 3,0 millones/€/año para tener aquí las colecciones de la pinacoteca rusa. Prevén unas 150.000 visitas anuales, cien mil menos que en el francés. La lejanía del centro de la ciudad puede ser un factor negativo en ese sentido.
Con las frías cifras en la mano, los museos que están y los dos que vienen, cuestan, en números redondos, unos 10,0 millones/€/año. La inversión en esta década ascendió a 53 millones de euros. A pesar de este despliegue museístico, Málaga/2015, contará con un museo por cada 17.000 habitantes, indicativo muy por debajo de la media nacional y de los principales destinos urbanos. La contabilidad gastos/ingresos no se compensa y, seguramente, con los dos nuevos (francés y ruso) sucederá lo mismo. La inversión en rehabilitación y mantenimiento no se compadece con el escaso esfuerzo de llevar la cultura a los malagueños, y no tanto en apostar porque los ciudadanos acudan a sus museos. Los déficits son evidentes Recuerdo a Lorca con su Barraca, llevando el teatro a los pueblos en lugar de quedarse en una sala a esperar a que vinieran. Finalmente, no es un problema de edad avanzada, sino de una permanencia excesiva.