Una cosa es lo que dicen las encuestas y otra lo que quieren que digan quienes la realizan. Andalucía al 2% aparece ahora como la panacea regional
Una autoridad en estos temas, la sociedad de analistas que sostiene Unicaja, ha mantenido que cerramos este año en 1,4% de crecimiento del PIB andaluz. Y, más aún, albricias, que 2015 aumentaremos ese porcentaje al 2% redondo y lirondo. Aunque, ojito, hay ‘factores de riesgo’ que pueden malograr tal previsión, como son el estancamiento, que ya han aceptado los popes de la economía europea de la zona euro. Subrayan estos magos de la prospección económica que ese motor calado de la construcción también arrancará. Andalucía renace de sus cenizas, que cubren con un manto el proceso judicial llamado ERE y la maraña de los cursos, que corrieron como maná digerido por comisionistas, sindicalistas al uso y academias fantasmas.
Esta prospección del ladrillo-fuerte se afinca en que de algo más de 140.000 viviendas que se quedaron ‘frías’, se han podido colocar 50.000 (principalmente en Málaga y Cádiz), o sea que aún queda una oferta desesperada de 90.000, que no son pocas, y cuya venta depende de créditos hipotecarios, que Unicaja y demás banco nuevos, sucios o limpios, malos o buenos no otorgan con facilidades. El otro gran sector, el turismo, va a cerrar el año andaluz con 45 millones de pernoctaciones. El mejor año de la ya larga historia de los viajeros que bajan hasta esta tierra milenaria.
Hay otras parcelas andaluzas que producen ese porcentaje al alza. Incremento de la producción agrícola, aunque Andalucía va a tener una obtención estimada de 643.000 toneladas de aceite de oliva, un brusco descenso del 56% con respecto al año pasado, que fue excepcionalmente bueno; también la industria y los servicios (dos tercios del PIB andaluz). La construcción sigue contraída. Esta economía regional puede crecer un poco, por primera vez desde principios de 2008.
Toda prospección no está completa, si no se cruzan los datos con la generación de empleo que pueda producir. También son optimistas los analistas de Unicaja. El desempleo podría bajar en un 4 por ciento en 2014 (no lo ratifica las cifras del EPA aparecidas la pasada semana, que dejan a Andalucía a la cola, con más parados), y un 5,3 puntos para 2015, es decir que el próximo año podría cerrarse con tan sólo un 33,4 por ciento de sin empleo. La cosa va lentamente, no sea que haya mareos estadísticos. En el trimestre estudiado, los observadores de Unicaja colocan la tasa de paro en Málaga en un 35%, mientras que Huelva está en 30 y a la cola Almería (35,8%) y Cádiz (42,4%). Porcentajes duros de roer.
Andalucía, a estas fechas, completa 1.419.100 personas sin trabajo. Algo menos que en 2013, sólo eso. Esto es porque el paro aumentó en 18.800 andaluces en el tercer trimestre de este año, según EPA, con lo cual estamos casi igual que antes: 35,21 por ciento de desempleo a la cabeza de España, en contra de los cómputos del país que dan un incremento del empleo en este año. Ese es el primer problema de la economía andaluza. Pese a todas las previsiones estadísticas y del citado record del turismo, que no genera suficiente empleo.
El baile de porcentajes tampoco rescata totalmente a este país, cuyo desempleo parece una pandemia contra la que no hay vacuna cierta. Tras la bajada (julio/septiembre) meses del tirón turístico veraniego, los parados alcanzan la potente cifra de casi cinco millones y medio (Andalucía ostenta el 25%), aunque las estadísticas, una parte del cálculo preferido por los políticos al uso, dicen que ‘es el nivel más bajo desde 2011’. Estamos aún en un 24 por ciento, doce puntos por encima de la media europea.
La vociferante crítica es que el empleo creado es precario. Temporal, basura, mal pagado, y, desde luego, urgido por la temporada solar. Después está por venir otro repunte de fin de año. Y vamos como en el juego de la Oca, de casilla en casilla, pero algún imprevisto te puede echar para atrás. No se puede olvidar que el otrora potente sector público está paralizado desde hace unos tres años. Recortes salariales y congelación de plazas. Ahí no se ha producido ni un dato para la estadística de la paralización laboral. Otro aliciente que infla las cifras de empleados es la que coloca a los llamados emprendedores, que sólo encuentran el camino del auto-empleo, abriéndose como autónomos, una raza de valientes que nadan sin chaleco salvavidas, cuya relación falta por establecer cuántos persisten y qué cantidad de empleo pueden producir.
El drama de la economía española es que no se expanden suficientemente ni tan rápido como la situación lo exige, como para bajar esas astronómicas cifras de paro. Una explicación para que este patio no haya estallado es la economía sumergida (20/25% del PIB), que sustenta el día a día del consumo. También la expansión de las exportaciones, últimamente disminuidas, y que tanto tienen que ver con los avatares internacionales, desde China hasta Wall Street. Es la globalización salvaje.