Les prometieron el mar de la felicidad en el Estado del bienestar. Viven cada día más años, aunque no mejor porque sus pensiones cuelgan del hilo de la crisis
Desempleo y tercera edad están unidos en un abrazo letal. Esos viejitos graciosos que danzaban el pasado miércoles festejando su día y encabezados por un alcalde bailarín en malla naranja, tienen un futuro largo, pero un mañana azaroso. Su esperanza de vida se alarga, la ciencia avanza que es una barbaridad, pero es la única que tienen. Las pensiones se congelan, en Presupuestos generales raquíticos, cuando lo que necesitan es el calorcito de una mensualidad segura y creciente. Unos ocho millones han pasado el umbral de los 65 en España. Pero ese ejército en la sombra aumenta sin cesar, mientras los jóvenes que deberían trabajar para mantenerlos hacen la cola de la espera eterna en las puertas del desempleo de larga duración. Por ahí fuera, los capitostes usan sus tarjetas opacas, visas para robar. Es la nueva patente de corso del siglo XXI en España.
Según el INE, en 2050 la tercera edad española superará los 12 millones, un 31,2 por ciento de la población total, y España será uno de los países con más ancianos del mundo. Lo que no dice es si para aquel entonces seguirá siendo posible sostener el Estado del bienestar o se tendrán que mantener con sus propios recursos. Todos los indicadores consultados coinciden e indican datos alarmantes. En 2001, al comienzo de este siglo, los mayores dependientes por cada 100 personas en edad laboral era de 27,3 por ciento; en 2020 ese porcentaje será del 32,8, pudiendo llegar a 60 personas mayores por cada 100 activos en 2050. ¿Qué sistema económico podrá sostener tal situación?
El problema es que hoy día, los que se integran a la tercera edad a partir de los 65 años, tienen unas garantías asistenciales, aunque mermadas por la larga crisis, que serán difíciles de mantener, ya que la denominada cuarta edad, los que llegan a 80 años o más, necesitarán atención y no sólo sanitaria. El baremo más preocupante es el llamado ‘umbral de pobreza’, que traspasa las personas cuyas rentas están por debajo del 50 por ciento de la media de ingresos de la población. Actualmente, el 13,4 por ciento del total de los españoles, corresponde el 21,1 a los mayores. En números absolutos, que siempre son más claros esto significa que hay en España algo más de seis millones de pobres, de los cuales 1.250.000 son mayores de 65 años.
Los datos dicen que esto es especialmente grave en Extremadura (44,8%); Canarias y Andalucía (30%). Mientras que las mejor situadas con Madrid, País Vasco, Cataluña y Navarra, donde no alcanzan el 8 por ciento. Parece una paradoja macabra, que puedan vivir más años, pero no mejor, ni con la calidad de vida mínima. Las pensiones siguen en el congelador. Por eso, llama la atención de esa falsa alegría que se festejaba el otro día al ritmo naranja del Ayuntamiento malagueño. Una cosa es la efeméride y otra la realidad, cruda, triste y terrible que dan los análisis sociológicos.
Al empezar este año había en la ciudad de Málaga algo más de 250.000 personas con más de 65 años. Sin contar la costa malagueña, refugio preferido de los mayores europeos, que buscan la calidez de estas tierras. Sin embargo, para los españoles, ya las cosas han cambiado a mal en estos cinco últimos años. Recortes sustanciales para poder aplicar la Ley de Dependencia; mínimas subidas anuales de las pensiones, que para 2015 será sólo del 0,25 por ciento. Con ayudas a la baja, el incremento del costo de vida, el encarecimiento de los medicamentos dan a este país el título de aquella película: ‘No es país para viejos’. Los sindicatos han alertado que más de cuatro millones de pensionistas, es decir la mitad de los que hay en España, están ya por debajo del umbral de la pobreza. Tres millones del total viven (si se puede llamar así) con una pensión de 420 euros/mes.
Es verdad que las autoridades malagueñas se preocupan por diseñar programas, no sólo el bailecito. Hay 15 Centros de Participación Activa, donde han asistido unos 30.000 mayores. Y por toda la provincia se programan actividades. Si bien los mayores llegan con dificultades a fin de mes o no llegan, su voto vale tanto como el de los jóvenes. Ya se puede vivir más, lo que no se ha conseguido aún es vivir mejor, aunque se haga ejercicio incluido el baile, que es magnífico. Este ejército de personas de mayor edad es, seguramente, el más vital y preparado que nunca antes. Hay que recordar que son la generación de los sesenta. Eran chavales de 20 años cuando en Paris se pedía el cielo en 1968. Y ahí están los rockeros viejos que nunca mueren, con más de 70 años y aún en la carretera.