El amor es ciego e incluso sordo y mudo. Con los sentidos enajenados se vuelve cómplice y puede terminar en la cárcel. De las elecciones europeas casi nadie sabe nada
(Dedicado a Rafael de Loma, que se fue a otra redacción)
Una tonadillera enamorada de un alcalde, en aquella especie de amor fou, que la llevó a no darse cuenta de lo que tramaba el excamarero devenido en primer edil del pozo de corrupción marbellí. Las hormonas son traicioneras, ha dicho su abogado defensor. Ahora puede verse en una celda cantando sin público. Es un episodio más de esta tierra donde la realidad siempre supera a la ficción, tal como creía Gabriel García Márquez, que no se inventó Macondo, pero volvió una ficción en realidad, ¿o fue al revés? En medio, acaba de empezar la campaña electoral para el parlamento europeo, que a nadie le importa una jiga. El personal tiene la percepción de que nos gobiernan desde Bruselas un grupo de ineptos, que dan órdenes a cumplir sí o sí, donde domina el eje Berlín/Berlín, muy estrictos con saldar la crisis a costa de la soberanía de los Estados miembros si es que les queda alguna a esta alturas. Eso sí que es un verdadero amor fou.
En esta tierra de asaltantes de camino, contrabandistas, de tabernas y poca cultura a no ser aquella famosa imprenta de la Generación del 27, de poetas como Salvador Rueda, tan olvidado, y poca cosa más. Salvando, tal vez a personajes de la farándula, orgullosos de Málaga (léase Antonio Banderas) o novelistas que firman libros en las Ferias ad hoc; y, desde luego a Pablo Picasso. Lo que priva es el fútbol de primera, que parece de segunda, y la política envilecida por la alfombra roja de la corruptela urdida y mantenida desde hace décadas en las instancias permanentes del poder andaluz enquistado en Sevilla. Ahora con esta elecciones paneuropeas, que auguran abstención, un no-voto que es la única forma de protesta ciudadana legítima, aunque no valga de nada, se predice que algo más del 40 por ciento mantendrá a los dos partidos gordos en Bruselas. Los delgados apenas crecen y el bipartidismo se impone como una realidad política con cada vez menos representación.
Transferido a Andalucía el acto de mayo es principal, pues sus resultados darán la radiografía de las próximas citas locales y regionales. Un PSOE disminuido precipitará las primarias para renovarse y definirse. Soltar el lastre zapatista y de la debacle electoral que les zarandeó en las urnas. Si sale bien, se reflejará en un aliento para esa misma renovación y para que Susana Díaz coja oxígeno nuevo para presentarse, ganar con holgura y dejar en la cuneta a los ásperos socios de ahora. Un PP ganador europeo, le dará la vida al candidato andaluz, que no es diputado local, pero será senador, que está muy bien visto entre políticos y, además, bien pagado. Si perdiera fuelle europeo, Juan Manuel Moreno Bonilla, va a tener que recorrer más aún el territorio andaluz, que como él sabe, es ancho y ajeno. Parece raro, pero aquí cualquier convocatoria a votar, tiene su repercusión en casa. Nadie sabe ponderar con exactitud qué papel juega en la intención de voto la carretera andaluza asfaltada de malversación de los dineros públicos españoles y europeos. En Valencia no pareció importar nada, cuando el PP revalidó mayoría absoluta en medio de aquellos trajes y Gürtel, cuya trama se urdió en aquella comunidad.
Y vienen, en un año, las municipales. Otro escenario donde las incertidumbres se acumulan. Los malagueños pueden cobrar la factura del agua, la incompetencia del manejo de la empresa mixta de la basura, la subida de impuestos como el IBI, el alto coste de los aparcamientos, las deficiencias notorias en los barrios más populares; los fiascos de las gemas, que no brillaron y otras cargas que los malagueños soportan con estoicismo. O pueden que corran el tupido velo del olvido y dejen ganar de nuevo al mismo alcalde. La oposición municipal, desvencijada, tiene un escenario que puede aprovechar y si no ganar, sí gobernar con unos socios comunistas, que venderían caro su apoyo. Todo se dilucida en un panorama de crisis, escasez y pobrecía, aunque los números grandes digan que ya sale el sol con camisa nueva.
Como quiera que sea, con la Pantoja presa o no; con las europeas ganadas o perdidas, el bipartidismo sigue ganando. Desde las europeas a las municipales, pasando por las autonómicas, uno u otro partido seguirá gobernando este particular Macondo, donde cien años de soledad aún no son suficientes, vaya amor fou.