El corte informativo impuesto a los medios venezolanos, a los extranjeros y el intento de ‘apagar’ Internet sitúan al gobierno venezolano en el territorio de una dictadura de facto
Hoy se hace imprescindible apartar, por los momentos, el ojo periodístico de Málaga y posarlo en Venezuela. Ante el levantamiento ciudadano que se ha echado a las calles para pedir paz, justicia y libertad, peticiones difíciles de cumplir por el gobierno presidido por Nicolás Maduro, la respuesta firme que ha dado ha sido el apagón informativo, que se ha practicado vía censura directa en los medios públicos o afines al proceso revolucionario bolivariano y la autocensura abrazada por los demás plantas informativas –radios/TV– privadas por el temor a ser sacadas del aire vía suspensión de sus licencias temporales, sin olvidar el estrangulamiento del canal NTN24, una emisora de cable, así como la expulsión fulminante de la principal corresponsal de CNN/Español de EEUU, cuando tramitaba una entrevista a Maduro, ha dejado a los venezolanos desinformados y apagados en cuanto a la posibilidad de emitir hacia fuera de sus fronteras. Quedan los escasos diarios –ya han cerrado al menos diez– a los que el gobierno ha represado las divisas para importar papel. Pero la noticia instantánea está muda.
Dejó dicho el sociólogo de la comunicación, Antonio Pasquali que “el chavista es el primer gobierno del país que comprende la importancia capital de las comunicaciones para modelar sociedades. Y es una lástima que haya aplicado esa comprensión a la causa equivocada”. Los sucesos que están en pleno desarrollo en ese país, con al menos una decena de cadáveres de jóvenes, algunos con certeros balazos en la nuca; centenares de presos, denuncias de torturas, desaparecidos y agresiones directas a periodistas en el fragor de su trabajo informativo a pie de calle por parte de la Guardia Nacional Bolivariana, su policía y el ejército; acompañados, mano a mano, por bandas de motorizados civiles, fuertemente armados y aprovisionados por dichas fuerzas, hacen de las calles venezolanas un campo de batalla donde se puede encontrar la muerte, aunque se grite paz, justicia y libertad o, precisamente, por eso.
La rumorología se ha apoderado de las redes sociales, que inundan la red con mensajes y fotos de todo tipo. Hay audios de supuestos militares encabronados con la situación y que tildan al gobierno de traidor a la patria de Bolívar, pues aseguran estar infiltrados por el G-2 cubano, pero hasta hoy ninguno se ha levantado en armas, aunque sí la voz del general Ángel Vivas, quien fue pasado a retiro tras ser detenido por negarse a gritar ‘Patria, socialismo o muerte’. Dicen que la unidad es lo fundamental, ya que desde la oposición las posturas difieren en cuanto a la estrategia de la calle. Su valedor, Leopoldo López, está detenido en una rocambolesca maniobra que le obligó a entregarse en manos de la justicia revolucionaria con el peligro que eso significa. Dicen allí que desde las más altas instancias del gobierno se le recomendó ceder porque su vida estaba en peligro, ya que podía ser asesinado por alguien de sus propias filas. La desinformación, la contrainformación y la poca claridad vuelve aún más confusa una situación de por sí complicada, con demasiadas variables a analizar. Otro sector importante de la oposición, encabezada por Henrique Capriles, se inclina por el diálogo que ha convocado Maduro en su palacio para esta semana.
Lo que sí es cierto es que la calle sigue inundada de gente. El pasado sábado fueron millones. En muchos puntos las fuerzas militares tuvieron que retroceder y volver a sus cuarteles de donde nunca deberían haber salido, en otros sí que dispararon sus armas de plomo y gas. Los acontecimientos, sin embargo, han sido escasamente informados por la prensa española. Algo ponen en los informativos de las televisiones, poquísimo en la prensa. La FAPE emitió un comunicado en defensa de la libertad de expresión la semana pasada, que menos. Los grandes sucesos de Ucrania inclinaron las portadas de los diarios principales hacia el este. Las agendas informativas son así, lo más cercano priva sobre aquellas calles caribeñas, que están encendidas de dignidad y gran cabreo por la escasez, la corrupción, la inflación más alta del mundo, la inseguridad promovida desde el gobierno con una delincuencia común desbordada, incontrolada y que mata por robar un reloj y esos 15 años de revolución fallida, que ha acabado con la clase media, pero no con la pobreza, pues los pobres siguen siendo los de siempre. Los venezolanos, dicen que ya han perdido casi todo y, ahora, también el miedo.
Los venezolanos, chavistas u opositores, ahora tienen que hacer cola para poder adquirir alguno de los productos de consumo diario. El 80 por ciento de las mercancías son importadas con cuotas de divisas que otorga el gobierno y que en el trayecto, desde la solicitud hasta el comercio minoritario, se encarecen, de allí la inflación desatada y creciente mes a mes. Probablemente la inmensa riqueza del petróleo venezolano tenga mucho que ver con este proceso revolucionario, que se echó en los brazos de los hermanos Castro para, como ellos mismos han dicho, resucitar a la revolución cubana, que en 1998 estaba económicamente fallecida. Lo que ha conseguido el chavismo, ese proclamado socialismo del siglo XXI, ha sido columpiarse como el salvador de los oprimidos a punta de petro-dólares; ahora se acabó el chorro y el gobierno está atrapado en su propia contradicción. Eso origina desencuentros internos, entre chavistas talibanes y moderados –van a tener que recurrir al FMI, esa casa imperialista–, que sumados a la presión de una población harta de elecciones fraudulentas y de líderes lentos, con una oposición que sólo recientemente ha podido establecer un discurso más o menos coherente, da el panorama actual. La calle clama, los disparos suenan, y cualquier muerto de bando a bando duele, porque el enfrentamiento es entre hermanos. La democracia no es sólo abrir las urnas para votar cada período, es una forma de coexistencia pacífica y tolerante con el contrario, que sólo es un adversario y no un enemigo. La dialéctica chavista/castrista no lo entiende así.