En lo que aparenta ser una forma de promocionar a los uniformados locales parece esconderse una necesidad recaudatoria insensible a los malagueños
En la ciudad medieval de Nottingham, se tuvo que levantar en armas un legendario noble, Robin de Locksley, mejor conocido como Robin Hood –por su destreza con el arco y las flechas–, en respuesta a la enconada campaña de recaudación del sheriff. Refugiado en los bosques aledaños de Sherwood, sus hazañas han perdurado como epítome de la lucha de los pobres contra los poderosos. En Málaga no hay bosque, pero sí un sheriff y sus recaudadores que ahora visten de azul y amarillo.
En una organización piramidal, autoritaria y para-militar, como la policía local de Málaga, las órdenes se cumplen sin preguntar. Funciona el sencillo mecanismo del premio-castigo. Si un mandato interno significa una promoción (premio) o un traslado a otro destino peor o rebaja del sueldo (castigo), mayor razón aún para cumplir con la orden a rajatabla. Y la nueva normativa interna vincula tales remociones o promociones al ‘rendimiento profesional’, que se medirá por el cúmulo de multas firmes que los polis pongan a los ciudadanos. No hay que ser graduado en Harvard para entender que tal vinculación premia la recaudación coercitiva, que se suma a las ya establecidas en los cánones municipales.
La normativa podría haber premiado otros baremos de la actuación policial, tales como perseguir y capturar a los ‘malos’, cumplir con exactitud las patrullas y rellenar los informes sin faltas de ortografía, recuperar las horas perdidas, llevar limpio y correctamente el uniforme, saber idiomas extranjeros en una ciudad plagada de turistas despistados, estudiar a conciencia las leyes municipales y, en fin, convertirse en verdaderos servidores de la ciudadanía, que es el concepto actual en los países democráticos y desarrollados de lo que es un policía profesional, y no en los recaudadores del nuevo bosque de Sherwood en que se está convirtiendo esta ciudad.
Aunque el responsable político de los policías, Julio Andrade dice que se valorarán otras actuaciones, tales como atestados o intervención en accidentes, la lupa de los sindicatos policiales y partidos de oposición se ha centrado en la valoración, para ellos desmedida, de que a mayor números de multas el policía acumulará más puntos favorables a su promoción. La puntuación que se vaya subiendo o bajando según su actuación a lo largo del presente año, será tenida en cuenta a la hora de establecer prioridades en la asignación de días libres o periodos de vacaciones; para establecer los turnos de trabajo, para la realización de cursos de formación o «como mérito para la provisión de puestos de trabajo» en las jefaturas y unidades.
Como poco, parece que los malagueños quedan indefensos ante el poder de un recaudador uniformado, que libreta en mano, puede levantarle una infracción difícil de recurrir, pero fácil de pagar. Las eventualidades pueden ser muchas. En el diario tráfico automotor, además de radares y cámaras vigilantes, ahora estará acechando el uniformado de a pie, en moto, en bici, a caballo o en coche patrulla que avizorará al incauto para endiñarle un multazo. Pero el triste y desprevenido peatón tampoco estará exento en este enmarañado nuevo bosque de Sherwood urbano. Si tira un papel o una colilla o, válgame Dios, escupe en la calzada, o si no recoge con prontitud y habilidad las cacas de su perro, el vigilante estará atento para multar y subir su puntuación en la jefatura del distrito. La ciudad del paraíso convertida en un infierno policial.
Se acuerda uno de George Orwell, ahora que está de aniversario su 1984, cuando este gran hermano vigilante te impone sanciones por los delitos más insignificantes. Es la burocracia del castigo no la de la prevención. La de la sanción al ciudadano como premio al policía más gallardo en multas. Si se suma esta medida a la incomprensible sanción al consumo del agua, para quienes viven solos o en pareja solitaria, pareciera que el equipo del sheriff, Francisco de la Torre Prados, haya perdido el norte de los votos malagueños, que son los que necesitan para estar en el gobierno municipal. Ha dicho que va a revisar esta medida, que ‘no conoce a fondo’, difícil de creer en un alcalde al que no se le escapa un detalle de su equipo.
No se puede gestionar la ciudad en contra de los ciudadanos, sino a su favor. Que los policías locales tengan y deban obtener una promoción en sus carreras es plausible, pero que sea por sus cualidades en el correcto desempeño de sus funciones de seguridad, prevención del delito y su persecución. Que a mayor número de multas se les considere mejores policías es difícil de entender, incluso para ellos mismos