Pese al peso de la corrupción rampante, las dimisiones en 2013 van con cuentagotas. La del jefe de UGT/Andalucía, luce insuficiente. Los dimisionarios de la cárcel brinda por Navidad
Un país donde los jueces son nombrados por el consenso político de sus señorías, no parece seguro, ni serio, ni europeo. Pero es Navidad y el frío que azota al mapa meteorológico se ocupa de que la memoria se vuelva frágil. Salen unos asesinos que han pagado su pena, según los códigos judiciales. Sus fotos recuerdan a personajes de Tarantino, pero no, son de verdad con melenas y barbas desordenadas, bocas desdentadas y en pos de la fama. Parecen peligrosos, lo fueron y podrían volver a serlo. A otros, los que matan en pro de una idea, los reciben como mártires revividos. No son menos unas víctimas que otras. Al final ocupan una fosa, antes de tiempo, porque le arrebataron la vida, los unos y los otros. Todo este embrollo por no tener la valentía, estos que gobiernan hoy y ayer, de reformar el código penal, hacer un apaño con la bautizada ‘doctrina Parot’ y no coger el toro de la cadena perpetua revisable por los cuernos. Hay delitos tan agudos para quienes lo padecen, que la sociedad no entiende cómo sus ejecutores puedan salir libres tras 15, 18 o 20 años. Algunos haciendo alarde de que ya se reformaran por sí mismos o no. Parece poco sufrimiento para el dolor que causaron. El único enjuiciado por las niñas de Alcàsser también ha cumplido condena.
Los sindicalistas de UGT/Andalucía, una tropa organizada para recabar subvenciones, mientras los liberan de trabajar, aplazan para enero responder a las denuncias que los sitúa en una posición imposible de justificar. Para ellos, 2014 podrá traerles mejor ocasión de admitir lo que toda la prensa de referencia les señala. Presionado por su jefe y la Junta, Francisco Fernández Sevilla es ahora exsecretario de UGT/Andalucía, como si ese solo gesto redimiera a UGT toda. Aquí el que no roba es un necio y el que les paga, tiene que ser menos lelo o dejar de mirar para otro lado. Este sindicato histórico ha organizado una red clientelar para dar cursos, subvencionados por la Junta, que evidentemente no supervisaba con suficiente celo el destino de esos dineros. Mientras tanto, los avispados sindicalistas, engrosaban sus cuentas, sus viajes, sus regalos, sus comilonas y sus inversiones. Vaya pandilla de defensores de los intereses de los trabajadores. Así, la clase obrera va al paraíso en esta tierra andaluza, sería conveniente que revisaran aquella película de Elio Pietri (La classe operaia va in Paradiso) de 1972.
En esta ‘conjura de los necios’ (John Kennedy Toole), que vivimos a diario, los excarcelados se preparan a brindar por su libertad. El desempleo sigue aferrado a una estadística inamovible. Y la macro economía desconoce el costo diario para sobrevivir de un jubilado o de un empleado público depauperado. En medio de este organizado caos, un pseudomédico en Málaga ha ejercido de tal durante 3 lustros, con su bata verde impecable, sin que se haya equivocado en un diagnóstico ni matado a nadie por esa causa, que se sepa. El sistema tardó en descubrir a este ‘doctor de pega’, como el saber popular le llama en Málaga, apenas 15 años. ¿Qué pasaría si a los que ejercen el periodismo sin orden ni concierto les pillaran? La libertad de expresión vale para muchos.
Y, como se suponía, los limpiadores de la ciudad se lanzan a una huelga esperada, aunque no deseada en plena fiestas decembrinas. Los comerciantes se llevan las manos a la cabeza, sobre todo los del centro. Una Navidad que olerá más mal que nunca, aunque bien iluminada. Algo tiene que hacer el equipo de gobierno de la ciudad para evitar una situación, que no es nueva. En los últimos diez años ha habido varios conatos y tres huelgas efectivas con esta. Los socios privados han manejado un presupuesto de 500 millones de euros en ese tiempo y obtenido un 10 por ciento de beneficios, es decir unos 5 millones anuales. Ya está bien. Llegados aquí o hay que cambiar de socios o hay que asumir ese servicio vital como algo totalmente público, tal vez podría ser menos costoso y, sobre todo, más eficiente, ya que hoy por hoy no lo es. Málaga es una ciudad mal aseada, por decirlo con la elegancia que acostumbra el alcalde. Por otra parte, hay que poner firmes a los trabajadores y sus representantes sindicales, que manejan el cotarro como cortijo propio. Heredar los puestos de trabajo no parece cosa de la clase obrera.