Ruido de escobas

15 Oct

El alcalde de Málaga y trabajadores de la limpieza a las puertas de otra difícil negociación salarial

Laborar más por menos es lo que rechazan los trabajadores de Limasa. Trabajar nada por casi nada es lo que les toca a millones de españoles parados

Mientras el Metro parece que se desatasca, aunque con menos aporte del Ayuntamiento de Málaga, en su horizonte aparece una nueva borrasca de fin de año, que se había aparcado en marzo pasado. La limpieza de la ciudad una vez más amenazada. Si las negociaciones no llegan a buen puerto, y todo indica que van mal, las escobas pueden caer en huelga a finales de año. Mala fecha para que la basura sin recoger inunde la ciudad en las fiestas de diciembre. Limasa es una empresa con serias deficiencias de gestión, que en cada temporada de contratación colectiva entra en crisis. La pasada semana cerró en punto muerto. La paz de las escobas parece inalcanzable.
Esta es una ciudad sucia y por varias razones. La primera es estacional, dicen los políticos, llueve poco. Esa poca agua que cae del cielo no ayuda. Otra es que los propios ciudadanos usan la vía pública como basurero, y tiran al suelo lo que no harían en sus casas. La siguiente es la empresa encargada de hacer la limpieza. Funciona mal, digámoslo sin simbolismos, tipo Montoro. Entre la casta formada por los trabajadores y la deficiente gestión de los directivos, la ciudad sigue sin barrer. Recordar el fracaso de los contenedores soterrados en el centro de la ciudad. Es cierto, que si lloviera más y los malagueños ensuciaran menos sus calles, la basura no se vería tanto; pero hay que hacer un mejor y más diligente trabajo diario, por no hablar del reciclaje.
Los costos de esta tarea son elevados. Hace ahora dos años, dábamos cifras que ponían, y siguen poniendo, las cosas en su justa medida. Los jefes de Limasa han estimado que si los ciudadanos reciclaran con mejor conciencia, el ahorro podría ser de unos 60 millones de euros por año, no es poca cosa, cuando en estos días se plantea una reducción de los salarios y la parte privada dice que hay que echar a 450 trabajadores (36 por ciento del total). Las cuentas siguen sin cuadrar. Los costos se han disparado y la calidad del servicio ha disminuido a mínimos. Reducción drástica de la plantilla no parece ser la solución definitiva, mientras que la producción de basura por habitante sigue al alza y la conciencia medioambiental está en descenso.
La empresa, un consorcio mixto público/privado, se enfrenta a una reducción de costos de 6 millones de euros. El camino directo está en la nómina. Los trabajadores están plantados. La empresa argumenta que para alcanzar dicha cifra a la baja, hay que aplicar de inmediato la eliminación de la paga extra de productividad, no subir por antigüedad y reducir todo plus complementario en un 15 por ciento y establecer la semana de 37,5 horas, es decir menos horas con menos sueldo. A lo que el comité de los trabajadores responde que no van a perder los derechos adquiridos y consolidados, que no más recortes salariales, los sacrificios ya están completos. Nada de trabajar más por menos.
Este escenario vaticina una huelga que podría concretarse a finales de año. Sólo queda, como en otras ocasiones, que el socio minoritario descienda sobre la mesa de negociaciones, como Deux ex machina, y ofrezca una solución milagrosa. El alcalde va a tener que agregar horas al día en su agenda cotidiana. No será fácil, los números no dan para más. El millar de trabajadores de Limasa alzan las escobas y llevan a la empresa al límite. Han denunciado ante la Inspección del Trabajo los incumplimientos de la empresa sobre prevención y evaluación de riesgos laborales, así como la revisión de los contratos del personal eventual. Los directivos responden con despidos, sanciones y amagos disciplinarios, que mantienen la tensión laboral en nuevos límites frágiles y a punto de quebrarse.
La oposición al alcalde de Málaga viene insistiendo en que la gestión de la limpieza de la ciudad debería estar en manos totalmente municipales. No parece factible que esa sea la gran solución, la disyuntiva privado/público contra sólo una empresa pública. ¿Por qué ese solo hecho cambiaría las protestas seculares de los trabajadores? Sí ayudaría y mucho un mayor control y presión sobre el sector privado de Limasa, para que se ajusten e incrementen los niveles de calidad del servicio. Una ciudad más limpia redundará en una mejor imagen para los visitantes y los propios malagueños; al final aquí se vive del turismo y eso pasa por tener una ciudad a nivel europeo, aunque se esté tan al final del sur.

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