Como se acostumbra, otra obra se termina inconclusa. Está ahí, se puede tocar, pero no se podrá usar hasta que los cables de alta tensión sean desviados
Una cadena de irresponsabilidades, un dejar hacer, un tirad para adelante y ya veremos, ha concluido en una edificación terminada, lista para ser usada como nuevo aulario de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, que no se pondrá en funcionamiento hasta tanto la Red Eléctrica de España desvíe la línea de alta tensión que pasa sobre el techo de estas nuevas aulas. La normativa es clara al respecto, hay que dejar un espacio de unos 17 metros a ambos lados de cualquier nueva construcción cercana a torres eléctricas. En Este caso no se cumplió con la norma y ninguna de las administraciones involucradas denegó el avance de las obras.
Desde el arquitecto jefe del proyecto de la Universidad de Málaga (UMA), hasta los técnicos de urbanismo del Ayuntamiento de la ciudad y los de la empresa de electricidad, dejan ahora una edificación sin posible uso. El costo del asunto ronda el millón de euros (700.000 la obra y unos 250.000 la nueva instalación eléctrica) a cargo de la caja temblorosa de la UMA, a la que la Junta de Andalucía adeuda 100 millones de euros. La labor de trasladar la torre o plantar una nueva para el desvío del cableado corre por cuenta de los expertos eléctricos, que deberían haberlo hecho en abril del presente año, pero que aún no se han puesto a la tarea. El resultado, las clases, que comenzaron ayer lunes, no se darán en las nuevas instalaciones por ahora.
Conjurado el peligro de una posible desgracia con esos cables sobre las cabezas de estudiantes, profesores y personal administrativo, el edificio, un anejo al de la propia Facultad, luce el atractivo de una inversión, que tal vez se podría haber ahorrado o destinado a edificaciones menos problemáticas. Por ejemplo, haberla pensado en el mismo terreno, pero más escorado hacia el Este, y separado preceptivamente de la torre electrificada. O en otro terreno, aledaño al costado sur del edificio existente. O, más aún, haber destinado ese presupuesto a comenzar el nuevo edificio de la ahora Facultad de Turismo, ya proyectado, y dejar su espacio a la Facultad de Ciencias de la Comunicación. Todo era pensar algo más antes de poner la primera piedra.
Es lo que tiene esta multiplicidad de administraciones públicas cuando se sientan a proyectar y ejecutar proyectos, suelen equivocarse. Si ya tenemos aeropuertos sin que hayan visto un avión, ni pasajeros o trenes que va a ninguna parte o puentes sin río, ¿cómo extrañar que ahora haya un aulario vacío, sin estudiantes ni profesores? Es de esperar y, como la esperanza es lo último que se pierde, que la empresa de Electricidad plante esa torre y el desvío de la alta tensión más temprano que tarde, pero conociendo los tiempos administrativos españoles se puede esperar también lo peor.
Tanto desde el Rectorado como del Decanato, se ha informado que las clases han comenzado en el espacio anterior, utilizado hasta ahora para los cursos de primer año, sin alteración del calendario docente y sin otro particular. Se hacen votos, desde luego, porque el asunto sea resuelto a la mayor brevedad, ya que dichos antiguos espacios servirán para impartir clases de otras Facultades. Todo está en la base de que la UMA ha crecido más rápidamente de lo esperado, pese a la crisis estructural. 40.000 alumnos y nuevas carreras, como Arquitectura, Bellas Artes, Salud, Comercio, han dado la alarma de la necesidad urgente de espacios. Resolver tal asunto no se puede hacer con operaciones de corte y pega como la aplicada en esta ocasión. Hay que pensar en la excelencia empezando por casa.
Hay que decir, que el nuevo aulario de Comunicación, el cual hemos visitado, están bien construido con seis espaciosas aulas y equipado con todo lo necesario para impartir clases multimediáticas. La única pega son esos cables que cuelgan en el aire casi sobre el techo del edificio. Alguien debería haber resuelto el problema de hoy hace tres años, cuando se empezó a hablar de la nueva edificación. Ahora, la pelota está en las oficinas de la empresa Rede Eléctrica de España y le corresponde a la UMA meterles prisa, para que al iniciarse el segundo semestre, febrero de 2014, el nuevo aulario esté completamente operativo y pueda abrir sus puertas sin cables por encima. Si ocurriera así, y es lo deseado por la comunidad universitaria, sería un récord. Mientras tanto, al despertarnos, lo cables siguen ahí con su alta tensión intacta.