Susana: La savia nueva

9 Jul

Griñán, el dimitente y Susana, la heredera

La favorita, la elegida, la heredera. Los epítetos laudatorios se desparraman desde el Guadalquivir al cabo de Gata. ¿Pero es tan espectacular esta novicia?

No es la Susanita amiga de Mafalda, la de Quino, esa chiquita rubita que quiere casarse con un chico guapo y rico. No, esta es de Sevilla y su ilusión es ser presidenta de Andalucía. Los sondeos de opinión de la semana pasada, así en caliente, han puesto a los partidos mayoritarios, PP y PSOE, en alerta roja. Cae en picada la intención de votos y suben algo los pequeños. La abstención será altísima, la gente está hasta el gorro de la procesión de procesados por corrupciones varias. Está la Casa Real, que no duerme bien desde que Urdangarín es asiduo a los tribunales; hasta esta misma Susana Díaz, que se lanza al relevo generacional a dedo, heredera de un capital socialista acorralado por la juez Alaya, mientras en el PP asusta su Bárcenas.
De Susana se sabe su edad, 39 años, licenciada en Derecho, aunque sin ejercicio privado; casada, sin hijos; su férrea formación política tras las puertas de su partido y su aval, el actual presidente renunciante, José Antonio Griñán; lo que no está muy claro es su localización ideológica, ¿estará en el centrismo socialdemocráta de su máximo líder vivo, Felipe González o, más escorada al neo comunismo de sus socios de IU? No importa tanto, en realidad lo que toca ahora es ganar esas primarias y proyectar su sombra sobre la calle Ferraz de Madrid. Ilusión y ambición es lo que lo sobra a Susana. El partido la ha hecho así.
No obstante, en su presentación como candidata primera a gobernar esta tierra irredenta, se ha definido con claridad: “Soy mujer, socialista, y muy de izquierdas lo sabéis, por eso cojo el testigo de todos aquellos que han luchado por la igualdad de oportunidades”. Claro, primero tendrá que conseguir ser aupada por sus compañeros, los que puedan votar, y después ganar unas elecciones generales, que la legitime como presidenta de la Junta de Andalucía; si lo logra, será la primera mujer y la más joven en sentarse en el sillón presidencial del Palacio de San Telmo.
Susana Díaz representa una apuesta de la vieja guardia por el relevo generacional. Ya era hora, porque cuando en esta tierra milenaria, uno se despierta de la siesta, los dinosaurios aún están ahí, como bien dejó escrito Augusto Monterroso. El gesto de Griñán de irse sin que nadie se lo haya pedido, se convierte en una gesta. Una movida que no remueve sólo al socialismo andaluz, sino a toda la planta nacional en momentos críticos para la política ancestral. Esta joven se enfrenta a ese maremoto con el apoyo institucional, pero con incertidumbres o incógnitas a despejar. Están sus socios, que pasan malos ratos con todo esto, porque husmean que los siniestros socialistas, curtidos en mil batallas ganadas y perdidas, pueden estar planeando su salida del campo de los acuerdos previos para echarlos de la cancha y que tengan que volver al monte, tan pronto ganen sus ahora socios las próximas elecciones regionales. Sin contar con el proceso a los ERE, ese nido de reptiles, que pica y se extiende y que no acabará cuando ya Susana esté sentada en el sillón de Griñán, antes de Chaves. Ella ya ha pedido que se acelere el enjuiciamiento a tantos ex cargos y mandamases socialistas, pero la justicia se ralentiza en los tribunales españoles que es una barbaridad.
En la más que previsibles elecciones adelantadas –mayo es un mes propicio y primaveral para los cambios–, Susana Díaz tendrá que enfundarse el traje a medida de candidata y enfrentarse a otro joven del PP para lidiar a esta Andalucía con tantas faltas graves por resolver. Ella, desde que entró a militar con 16 años, se autoproclama ‘una mujer de partido’, el aparato y Susana son casi la misma cosa, y no entiende que se le critique por eso, sobre todo desde sus propias filas. Se declara proclive a Europa, pero ‘sin esconderse en Bruselas’, un guiño de cicuta a su Rubalcaba querido.
Llegar al poder por los vericuetos que marcan los partidos, este de Susana y el otro, bajo en los sondeos, no es precisamente la forma de apartar la desidia ciudadana hacia los políticos. La transparencia, esa costumbre poco conocida en España, tiene que empezar por ellos y el Estado en su totalidad, de arriba abajo. Susana llega al emporio andaluz como profesional de la política, como heredera designada, el destino y su tesón en el aparato la han colocado allí. Bueno para su carrera, pero se verá si lo será también para los casi 9 millones de andaluces, que sobrellevan este régimen de igualdad y de malas prácticas.

Una respuesta a «Susana: La savia nueva»

  1. esta candidata,conocio de primera mano los problemas de isofoton,las/os trabajadores despedidos se encerraron en el edificio junto al ambulatorio de barbarela para pedirle una reunion para saber su futuro,les dijo que os den,a mi que m e contais.la policia incauto alimentos y bebidas a los encerrados y grabo de forma clandestina a algunos de los encerrados consumiendo fruta para despues denunciarlos.¿connivencia hipocrita o ordenes ministeriales

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