Los salvadores no son lo que dicen ser. Ahí, no se sabe dónde, está el jeque, que deja un Málaga sin Pellegrini. Y lo dedos-concejales que tampoco pudieron ser
Los remiendos pueden parecer soluciones, pero se les ven las costuras. Producen crisis sobrevenidas en el Ayuntamiento, que mueve fichas para fortalecer a las nuevas generaciones que gobiernan en Málaga. No está mal que los jóvenes tomen el mando en un país de viejos mandones. Está por ver si esos cachorros tienen tantas ideas y fuerzas juveniles como indican sus años. De lo que no parece haber duda es que sí tienen ambiciones de poder.
En los partidos políticos escalan alto los calladitos, obedientes y que caminan silentes por la sombrita. Esos llegan a metas lejanas. Los que tienen mayor paciencia, que es una virtud franciscana, sobresalen sin que se les note mayores virtudes. Los que destacan, porque se les adivina sus ambiciones, se quedan relegados a sus tareas, que son muchas para mantenerlos ocupados en ese día a día, que no les deja tiempo para pensar en su propio futuro. Los cargos se acomodan así a las circunstancias olvidando el yo orteguiano.
Este reacomodo municipal se hubiera podido evitar aplicando el espíritu de la letra de la norma de la conocida como Ley de Grandes Ciudades. Al interpretar correctamente ese texto se puede ver que un nombramiento excepcional, fuera de la lista de concejales electos, se debe utilizar en aquellos casos en que se necesita una persona especialmente preparada, especialista probada en determinada área de interés para la ciudad. No parece que esté allí la normativa para tapar los huecos que dejaron la lista electoral en los acomodos internos de los partidos. Eso ha interpretado el Tribunal Constitucional en defensa del significado de la representatividad democrática, fulminando esos nombramientos, que eran tres, y que actuaban como si fueran concejales electos sin serlo. Esto limita el poder de los alcaldes, parece que así es, pero como dejaron escrito los romanos, dura lex, sed lex.
No obstante, excepto uno que se ha quitado del medio y vuelto a sus tareas administrativas como funcionario de Educación, los resquicios de los mandatarios locales tienen oxígeno para que dos de ellos se puedan quedar como coordinador y directora, con sus pagas respectivas, faltaría más, que aquí nadie trabaja gratis a esos niveles. Crisis cerrada y gana el partido.
Otros salvadores de la patria vienen de fuera. Del cercano oriente musulmán, cargado de petrodólares recién impresos en papel verde. Desembarcan y compran, como si fuera una golosina, un club de fútbol deprimido y que luchaba por mantenerse en la primera fila. Se ánima la afición, se le bautiza ‘el jeque’, que el nombre de la criatura millonaria es raro por aquí y el epíteto tiene regusto a película de Hollywood. Pero la operación no es baladí, esconde otra mayor, deslumbra el jeque con un ‘esto es sólo el principio’, y ofrece millones para una ciudad deportiva, un nuevo estadio y, ¡oh, maravilla!, un esplendoroso puerto deportivo para millonarios, un Banús marbellí del ciberespacio, que dejaría al famoso de la jet-set como uno de película blanco/negro.
El jeque se fue diluyendo en el espacio/tiempo digital y copió lo peor de los peores políticos del día a día andaluz, acusando de que le ponían demasiadas trabas, mientras se atrasaban los pagos a la plantilla toda del club de fútbol, que estaba haciendo la mejor competencia de su historia. ‘Los jeques también defraudan’ es la película que protagoniza este millonario petrolero. Deja a un Málaga deprimido y sin su entrenador, el discreto y eficiente Pellegrini, un señor chileno que aprendió a escribir con la gramática americana de Andrés Bello, y que acaba de anunciar que se marcha a la Gran Bretaña, donde también hay jeques, pero los vigilan mejor.
Los salvadores vienen con las crisis agudas. Se cae la economía, aparece un santón de Harvard que tiene la fórmula de los alquimistas para convertir el plomo en oro. Que los partidos políticos, esos dos grandes que gobiernan y han gobernado, se resquebrajan, aparecen los líderes histriónicos o los revividores de las doctrinas del ‘glorioso’ pasado fascista de derechas o de izquierdas. Los salvadores son también espontáneos que organizan marchas en contra de lo que sea. Al final, no olvidar la historia europea y latinoamericana, los salvadores dejan todo peor de como lo encontraron. Aunque los que dicen que nos van a salvar tampoco se les ve claridad ni coherencia. Se busca salvador para el Metro.