Al entrar en el Museo Picasso de Málaga te recibe una Harley-Davidson, la mítica moto de ‘Easy Rider’ de Dennis Hopper. Vayan a esta exposición
Hopper se inventó a sí mismo como un icono de la contracultura americana. Nació en Dodge City, Kansas en 1936. ‘Yo era un chico de pueblo hasta que me tope con el arte’. Tuvo la dicha de tomar el camino de la actuación en aquel Hollywood industrial con el que chocó frontalmente. Para probarles su talento, se montó en su Harley para dirigir ‘Easy Rider’, con otros dos ‘prendas’, Peter Fonda y Jack Nicholson, la road movie inauguró un mito. Aquel fue viaje al fondo de la contracultura americana de los sesenta, bajo el humo de la marihuana, los hongos y el LSD. Hasta el 29 de septiembre tiene la oportunidad de coger el camino y darse un paseo por aquellos años, a través de las fotografías que tomó Hopper, sus películas, su obra plástica, sus libros, guiones y recuerdos. La Harley tronará en la carretera.
Si no pertenece a aquella generación, ya vamos quedando pocos, aunque muy activos, ahí tienen a los Rolling Stones en una gira permanente desde hace medio siglo, puede que esta exposición le enseñe cómo y porqué cambió aquella sociedad estadounidense y el mundo tras los dulces cincuenta, cuando el mundo parecía perfecto, pero aún no lo era y todavía no lo es. El impulso de la generación beat de la que Dennis Hopper fue heredero directo, se demuestra en sus fotografías que van al alma de una sociedad que moría sobre sí misma para abrirse a algo mejor.
Allí están los negros de Alabama en casas lamentables, los líderes culturales de la época, Warhol, Hockney, Lichtenstein, Oldenburg, los Turner, Neil Young, The Byrds, entre otros más. Los directores de los movimientos sociales y políticos, con esa magnífica foto de Martin Luther King en Alabama y Ginsberg o Leary. Hopper no dejó de mirar a ningún ángulo de aquella América que se revolvía sobre sí misma. El paseo por los significantes de la contracultura de esa sociedad, cansada de eufemismos, está plasmada en esas fotos, que el inquieto e iconoclasta Hopper fijó con sus lentes. Estuvo en el sur pegado a México, en New York, en Los Ángeles, en las calles y en las carreteras, en los parques plagados de hippies. No dejó nada a la imaginación, sabía dónde estaba y qué pasaba allí. Mientras tanto hacía cine con los mejores. Hoy está en el Picasso/Málaga para que la memoria colectiva recuerde que los cambios son posibles cuando la gente toda se levanta en una sola voz. Ese es Hopper, un rebelde con causa.
La exposición la han titulado ‘Dennis Hopper. En el camino’, me gusta más ‘On the road’, porque la traducción no es exacta, como casi todas las traducciones. Aunque para el público español se aclara con esa inexacta ‘en el camino’, no es lo mismo estar ‘en el camino’, que ‘on the road’ (sobre el camino), pero salvo eso y la escasa iluminación sobre los documentos y carteles de sus películas en la sala multimedia, donde es necesaria la penumbra para apreciar los vídeos, el montaje es bueno y se puede usted pasear tranquilamente sobre las fotografías y demás elementos de la exposición, libros, obra plástica de Hopper y otros autores de la época. Vaya ligero de equipaje y tómese su tiempo: de una a dos horas o más, si se detiene en la parte audiovisual. Es recordar un sueño que se hizo realidad, el salto cualitativo de una sociedad que pedía una verdadera democracia, donde los negros y las minorías no estuvieran nunca más excluidos. No han llegado a la perfección, ¿quién lo ha logrado? Pero en los sesenta, ¿quién pensaba con certeza que un afroamericano sería presidente? De aquellos sueños son estos despertares.
A pocos días de cumplir 74 años, Hopper falleció, se cumplirá este mes, el día 29, tres años sin Hopper, pero esta muestra de su legado artístico nos lo recuerda. No sólo es una oportunidad de acercarse a este americano de sombrero y cámara, cuyo detrás y delante nos fijó una iconografía de su época, sino que nos muestra y rememora la visión de lo que significaron aquellos años. Un movimiento artístico y político que fue de la mano, para demostrar que ya Hollywood no estaba a la altura de las necesidades expresionista del arte cinematográfico, Y que, además, estaba dentro de una corriente social indetenible por un cambio radical. Hopper lo supo y sintió que con la actuación no era suficiente, que tenía que dar más como creador y así lo hizo. Su legado está el Palacio de Buenavista, donde el Museo Picasso habita, ahí mismo en la calle San Agustín. Si no lo visita es porque no quiere. Hopper está esperándolo para contarle aquella América.