Parece un título de telenovela, pero no, es el del culebrón de las nuevas mastabas playeras de la ciudad. Una ocurrencia legal, para tapar el paisaje y algo más
En pocos asuntos noticiosos están de acuerdo los tres principales diarios de la capital. En este, curiosamente, hay unanimidad en el rechazo frontal a unas edificaciones mal llamadas chiringuitos. Sólo transmite el sentir popular de un adefesio arquitectónico hecho realidad frente a las playas más señeras de la ciudad. Son bloques de hormigón en toda regla, cajas sólidas que taponan el paisaje y que a casi nadie gusta, a no ser a los propietarios y a la concejala de playas e incluso al alcalde, que dice mejorarán su estética con unas plantas trepadoras y unas macetas en las esquinas. A nadie le place estos búnker (vistos desde el mar parecen nidos de ametralladoras), pero son legales.
Costas, Junta y Ayuntamiento firman su legalidad. Los dueños están encantados, pero desde las mismas filas del PP gobernante se han levantado voces discrepantes. El concejal de Turismo y el presidente de la Diputación han declarado estar en contra sin ahorrar adjetivos para calificar a esas moles sin sentido de la estética urbana, ni del pasado de esos humildes chambaos playeros de cuando éramos niños, felices y sin crisis aguda como esta posmoderna. “Anchos, grandes, opacos”, Caneda; “chocantes”, Bendodo. Sólo Porras les recuerda que ‘la concejala de playas soy yo’. Una declaración de soberanía avalada por su clan de jefes de chiringuitos.
Las buganvillas, esas plantas trepadoras lucirán muy bien dando un colorido subtropical al entorno de La Malagueta y La Caleta. Pero el pedazo de bloque sólido seguirá ahí, ni un tsunami podrá con ellos. Una vez terminados, dentro de la más cabal legalidad, ¿quién los echará abajo? El desaguisado perpetrado por las autoridades encargadas de aprobar el proyecto no va a tener remedio, nos tememos. Parece un sino fatal de esta ciudad que los proyectos emblemáticos se queden sin terminar, se cierren en falso o se dilate su solución en un laberinto administrativo interminable. Hay ejemplos: el Metro, la verja del Puerto, el Astoria/Victoria, la rehabilitación del Centro histórico, la ineficiencia de Limasa, los Baños del Carmen y estos chiringuitos, entre otros casos.
La historia viene de lejos, la ha precisado en estas mismas páginas, el diligente reportero, Miguel Ferrary. Comenzó en 2004, hace algo más de ocho años. Tras tres proyectos, que fueron y vinieron por los despachos de las administraciones responsables de aprobarlos, en 2012 se iniciaron las obras, que ahora son el blanco de todas las críticas. Los puntos en cuestión son la de no usar las terrazas (cosa que los propietarios aceptan, pero en desacuerdo), claro, les supondrá menos mesas, menos negocio, veremos quién controla esos altillos; no sobrepasar los 7 metros de altitud y no haber eliminado la ubicación independiente de los aseos, que al estar unidos ofrecen una muro-pantalla a la visibilidad general. Cada mastaba-chiringuito cuesta unos 400.000 euros a cargo de los empresarios, que se escudan en que tienen todos los permisos oficiales. Anuncian abrir en mayo.
Lo que se espera de los responsables elegidos para gobernar es que sean diligentes y serios. Además, de que sepan hablar, explicar el porqué de sus decisiones. Estos ágrafos que llegan a ocupar cargos administrativos sin haber pasado por las aulas, más allá de una instrucción básica, que nos les capacita ni para saber leer los periódicos, dan con defender a ultranza asuntos como este de los chiringuitos. Enfermos de la instantánea diaria en revistas propias, expeditivos con los dineros públicos, fantoches de fachadas como estos restaurantes posmodernos del peor gusto. Dejando obras prescindibles a la vista de la infamia, cuyo recordatorio escupirá sobre su memoria.
Lo inexplicable es que hayan dejado que los ladrillos se amontonen, con todos los permisos cubiertos, que vayan a inaugurar mesa y mantel, bañados por el aire acondicionado del verano sin que las buganvillas hayan tenido tiempo de crecer. Una ciudad del paraíso que más bien parece del infernal desenfreno de la improvisación y la irresponsabilidad de los asuntos públicos. La reina de las playas y de los chiringuitos podrá estar feliz esta temporada veraniega, solazándose en La Malagueta o La Caleta al son de su tinto de verano. @oraculocharlie