La conjura de los necios

2 Abr

La juez, Mercedes Alaya, camino de su juzgado

Como una pesadilla de la guerra fría, Corea se declara en estado de guerra (nuclear). En la Andalucía sufriente unos ‘golfos’ llevaban diez años robando

Ya tenemos en el reloj una hora más para la estupidez. Corea nos pilla lejos, pero un misil nuclear no tanto. La Semana Santa malagueña ha pasado entre el cielo abierto y la esperanza callejera. El ardid de los ERE andaluces ha vuelto tras el reposo de la juez, una guerrera en lucha con el abultado expediente judicial. Dos líneas de autobuses atraviesan la ciudad de Este a Oeste en previsión a un Metro llamado tranvía. Los militantes en cargos administrativos son premiados. Si lo echan de uno los recogen en otro. Los necios están de fiesta.
Los ERE, una red clientelar extensa y prolongada en el tiempo, destapa la más cruel banda de irresponsables públicos de las tres décadas de gobiernos socialistas en Andalucía. Los más altos responsables, el actual presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán y el anterior zar andaluz, Manuel Chaves, creador de nuestro propio chavismo tras 22 años como presidente, aún no han sido señalados judicialmente, pero podrían serlo, a tenor de las investigaciones que dirige la juez Mercedes Alaya desde el mismo centro del huracán sevillano. Asimismo, UGT/CCOO, los sindicatos de la democracia, huelen mal en el expediente judicial.
La juez Alaya es una letrada de excepción, la prensa ya la llama ‘la dama de hierro’. Se graduó en el puesto 16 de su promoción. Tiene marido y cuatro hijos, en junio cumple 50 años, géminis y ha sobrepasado los 17.000 seguidores en Facebook. Se está ganando la fama a pulso, no como los de la tele. Su frase preferida cuando está interrogando a un sospechoso es ‘míreme a los ojos’. Elegante, hierática, reservada, como le exige su tarea, lleva en la cara la belleza de la mujer madura con la seguridad profesional, que arrastra los legajos a casa. Su trato con iguales y subordinados es de usted, rara palabra en estas tierras. No alterna en el café, aunque alguien se ha aventurado a asegurar, que una vez la vio sonreír. Sigue tirando de la madeja de los ERE, a la que aún no se le ve el final, pero que indica lo peor.
En este circo mediático en el que se convierte cualquier investigación, Alaya ha mantenido a la prensa alejada de su juzgado para evitar el juicio paralelo de la prensa más sensacionalista, soslayando declaraciones inoportunas de los abogados defensores, aunque algo se va colando. Se ha visto a los principales implicados con rostros descubiertos y sonrientes, como si salieran del tribunal a unas vacaciones pagadas, como acostumbraban y no a la celda enrejada. Delincuentes a la sombra protectora de la Junta de Andalucía, como Juan Lanzas y Javier Guerrero, hasta ahora los dos principales cabezas visibles de esta mafia reptilínea, han desfilado ante las cámaras como si nada grave les pasara.
Aquellos que creían que estaba fuera de combate tras seis meses de baja por su neuralgia del nervio trigémino, se han visto defraudados. No sólo volvió Alaya con mayor ahínco, sino que despachó en una semana a veintidós detenidos, siete encarcelados y una sesión ininterrumpida de interrogatorios de veinticuatro horas para probar que se encuentra en plena forma. Con 200 agentes de la Guardia Civil ordenó trece registros en siete provincias con veinte detenciones, ampliando el caso ya no sólo al ámbito andaluz. Ha señalado que la trama fraudulenta asciende a unos 136 millones de euros: 50 millones a comisiones; ayudas a empresas dadas de forma irregular por la Junta, 74 millones y unos 12 millones, que se embolsaron los 126 intrusos, que recibieron una prejubilación de regalo pese a no haber trabajado nunca en esas compañías.
Entre 2001 y 2010 se repartieron 720 millones de dinero público en ayudas a empresas en crisis, la juez trabaja en aclarar cuánto dinero se concedió de forma correcta. Ella cree que muy poco. Dos consultoras, Vitalia y Uniter eran las encargadas de los repartos, cobrando hasta un 29 por ciento de cada factura, cuando lo usual es un 3 de cada ERE. A esta incansable juez no le tiembla el pulso si los interrogatorios, que acumulan indicios y pruebas judiciales, le hacen saltarse la comida o el sueño. Una juez rara, que obliga a su juzgado a saltarse los horarios habituales. Queda, al final, saber si su mano implacable llegará a los más altos responsables políticos, de quienes se duda y mucho de que no supieran nada del asunto o que, peor aún, hayan dado luz verde a los reptiles para armar este entramado de corrupción llamado ERE. @oraculocharlie

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