El socialismo andaluz propone una especie de ‘Segunda Transición’, que llaman ‘Federalismo’. La oponen a los atisbos de centralismo e independentismo
Rodeados por eminentes figuras de la intelligentsia protosocialista, intelectuales orgánicos que siempre echan una mano, José Antonio Griñán, presidente en comandita con IU del cotarro andaluz, propone un nuevo Estado federal. Aparta canonjías en estado de gracia del País Vasco y Navarra y hace tabula rasa con 17 Autonomías iguales e igualitarias. Para eso, dice, hay que sentarse con la Constitución Española 1978 y transformar lo que sea necesario. El clamor se ha lanzado desde Carmona (Sevilla), donde la historia socialista andaluza tiene su asiento.
Desde Andalucía esta transformación se ve clara, porque es la Comunidad Autónoma más densa que les queda. Este nuevo modelo territorial, que tanto se parece al que existe en la práctica, salvada las excepciones de las citadas Autonomías histórica, significa poco si primero los dos grandes partidos políticos no se ponen de acuerdo en cómo salir de esta crisis ya extendidamente prolongada. ¿Un Estado federal lo haría? ¿Puede ser Federal un Estado declarado Monarquía Parlamentaria? Es discutible.
Más parece que se distrae a la perdiz. Ante la avalancha catalana no es suficiente cambiar el modelo territorial del Estado español, porque los popes de Cataluña seguirían en su línea divisoria. Ser o no ser federación no va a aligerar el peso de la crisis. Mírese al gran país del norte, la nación federal por antonomasia, los EEUU, llevan su rosario a medio camino. Hoy, en este mundo globalizando y globalizante, un Estado, sea cual sea su organización, puede poco contra la dictadura llamada ‘mercado’, y una Unión Europea mirando tan sólo a Merkel/Alemania.
Tan no es cierto que con sólo medidas severas de ajustes se sale de este atolladero, como que desde un Estado federado podríamos conseguirlo. El Estado federal como deriva lógica del Autonómico no parece claro, ya que el que tenemos desde la Transición es cuasi una federación de mini-Estados, cuya eficacia, qué duda cabe, es necesario mejorar y adelgazar. En estos tiempos, donde nos hemos percatado de que nos hemos empobrecido, nadie entiende la pasividad de la clase política toda en ponerse de acuerdo para cambiar cosas evidentes: Demasiado Ayuntamientos, Diputaciones excesivas, traductores en el Senado, embajadores catalanes, un paro encadenado y un largo etcétera que abarca titulares de periódicos a diario.
Esta proposición federalista no es una panacea, aunque para serlo haya que dar tan sólo un paso reformista de la Constitución y declarar que España es una Monarquía Federal, que sería la primea en la historia del mundo. O, ¿qué se haría con el Jefe del Estado, ahora Rey? No está claro ese paso. En el modelo estadounidense el presidente del gobierno es la vez Jefe absoluto del Estado central, comandante de la Fuerzas Armadas, jefe de su partido y prácticamente un rey sin corona. ¿Cómo se resolvería esto en la idea federal del socialismo andaluz? En la letra de la propuesta se lee que hay que reducir el Senado de 265 a 100; disminuir compartir las competencias; regular la financiación autonómica. En resumen, como ha dejado dicho Griñán: «La configuración del modelo territorial tiene que perseguir el fortalecimiento de la eficacia, pero sobre todo de la democracia». Que así sea.
A esto, el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, dio su bendición el pasado fin de semana en Madrid desde su púlpito del Comité Federal, nunca mejor nombrado. Lo que no está claro aún es cómo convertir a una Monarquía parlamentaria en un Estado federal sin que, necesariamente, se plantee el debate sobre la República. Una palabra cargada de significados históricos negativos en España, pero no exenta de abordarse como salida política hacia una situación inédita de crisis prolongada y profunda –el desempleo no ha hecho más que crecer–. Al final sería una oportunidad para modernizar y hacer progresar a esta incipiente democracia española. Tal vez.