Rozando los 6 millones de españoles parados, un 25 por ciento de desempleo, los responsables siguen tan campantes. El patio no está para algarabías
En España ya no se hacen milagros. Las manos de Dios están cruzadas de brazos. Odín nos lanza sus rayos fulminantes desde los bosques germanos. Es el único Dios activo que queda en Europa. Los del Olimpo griego se han vuelto nazis. Un partido heleno, con nombre de servicio erótico, ‘Aurora Dorada’, avanza con sus 18 diputados sobre un Estado inexistente. La historia sí que se repite cuando se dan las condiciones objetivas, tal como decían los camaradas Lenin y Trotsky. Grecia está desbordada por esas razones. Ellos inventaron la tragedia, hoy la han puesto en escena.
Tienen su esvástica, el meandro, un signo que identifica el cabreo general de un pueblo que ha caminado de la picaresca desenfrenada a pasar hambre a diario. Si se votara hoy, ya este partido neo-nazi griego sería la tercera fuerza política del país heleno; salidos, no de la nada sino del caldo de cultivo del desvarío de la democracia moderna griega, una forma de robo institucionalizada. Si se lee la historia de la Alemania e Italia de entre guerras, donde el fascismo se encumbró y organizó la de Dios es Cristo en las décadas de los treinta y cuarenta, las coincidencias aparecen claras.
Como aquella famosa doctrina Monroe de 1823, ‘América para los americanos’, estos griegos de la ultra derecha proclaman: ‘Sólo para los griegos’, y durante estos dos años han venido sustituyendo al Estado real por uno verdadero a pie de calle. En 40 oficinas atienden a todo el que les pide apoyo. Crecen en medio del caos. Se mueven entre las soflamas de León Degrelle, Joseph Goebbels o Adolf Hitler. En el país de los ciegos edípicos, estos visionarios, que dicen tener soluciones, son los nuevos reyes del teatro griego. Sectores de la economía privada y de la policía le hacen de coro y los miran con ojos de futuro.
¿Se nos viene encima un ‘Sólo para los españoles’? El paro andaluz supera el 35 por ciento, diez puntos por encima del nacional. Málaga tiene el dudoso récord de estar dos puntos por debajo de ese abultado ranking. El río socialista, llamado Junta, sigue fluyendo, mientras las colas en el paro continúan creciendo. Dicho en números redondos, de los casi seis millones, casi uno y medio son andaluces. Las bulerías no tienen la culpa. Dejar el currículo no sirve para nada. ‘No llame, le llamaremos’ es una respuesta que nunca se produce. Por ahora, ninguna de las medidas impuestas ha creado empleo masivo, sino todo lo contrario. ¿Quién tiene la llave de la puerta para salir de esta pesadilla?
Aquí derrochamos tiempo y titulares entre los secesionistas; la impugnación de la legalidad del gobierno; el peinado a lo Verónica Lake de la princesa Letizia; el juicio de la Pantoja; el rey por la India de Bollywood buscando vender la marca ‘España’; el Borbón heredero clamando por la unidad de la nación; el primer ministro pululando por los foros europeos de la pasta; las autonomías pidiendo miles de millones para pagar nóminas y otras facturas; un preso etarra enfermo terminal de visita en las herriko-tabernas; un jefazo del socialismo andaluz, irreductible en su cargo; impuestos locales al alza; manifestantes del redondel; subsaharianos saltando la verja para caer en otra crisis; huelgas varias y otra general, prevista para el próximo mes; suma y sigue en una fábula interminable que se mira el ombligo, mientras las fuerzas oscuras avanza en silencio sobre el caos de la tierra arrasada.
En esta madre de todas las crisis, no se tiran los banqueros por las ventanas, como en aquel crack del 29, sino los que le deben dinero a los bancos por su casa y no pueden ya pagar la hipoteca. ¿A qué esperamos para recomponer este caos que acosa sin tregua? Esta España tiene que adelgazarse en lo público, hacerse mucho más productiva en lo privado, conseguir que estos 17 mini-Estados sean eficientes y para eso las palabras mágicas son consenso y unidad. La desintegración está en el horizonte, aunque sea una cortina de humo llamada Mas.
Mientras tanto el Rey tiene ganas de llorar al ver que en España ‘todo son penas’. Su nación, que heredó, amenaza con romperse en tres pedazos. ¿Será el momento de un pacto de Estado? ¿De un jefe del Estado español, que, además de romper en llanto, obligue a la unidad?
Excelente análisis, Dr. Ariza. Sin jugar a las profecías, describe muy acertadamente el origen de esta crisis y señala, sin aspavientos, los riesgos que corre nuestro establishment político cuando se queda dormido al volante.
Enhorabuena, Carlos.