La carta del alcalde, salvó la partida en la que se jugaba otra huelga de la basura. De dónde ERES tú es la tormenta sevillana que arrasa al PSOE
Si bien es cierto que la gestión punzante in extremis del alcalde de Málaga, Francisco de la Torre ha supuesto la desconvocatoria de la huelga de los trabajadores de LIMASA, prevista para ayer lunes, no es menos cierto que tal intimidación descubre, una vez más, las deficiencias de una empresa cuyo funcionamiento y control, por parte del socio público municipal, debe mejorar. Tal vez sea esta amenaza fantasma, el toque de alarma para que los socios se sienten, de verdad, a trazar una modernización y mejora de esos servicios, incluidas las mafias laborales internas.
El dominio cortijero andaluz toca a su fin. ¿Es que treinta años no son suficientes? Es lo que tiene el menos malo de los sistemas políticos conocidos, que se pueden convertir en maquinarias de larga duración y las alfombras comienzan a engordar de tanta basura camuflada. La trama de los ERES no es que sea un escándalo del pico de la corrupción instalada en la tramoya del régimen andaluz socialista, sino que da el exacto significado de lo que es perpetuarse en el poder de esta familia, que se convierte, casi sin sentirlo en una maraña mafiosa. Un favor paga a otro, una mano lava a la otra. Un procedimiento ilegal, que de tanto repetirlo con tantísima facilidad, parece ser cosa legal de todos los días.
Allí están pringados en el mamoneo ‘ERÉTICO’, desde los directores con firma, hasta los beneficiados ‘inocentes’ y los intermediarios sin fin. Los hijos, los primos, los sobrinos, los amigos, el chófer y hasta los conocidos de confianza. Además del asalto a los dineros públicos, está la falta moral de montar esta obrita del sarcasmo y la indecencia desde el escenario andaluz de 1,2 millones de desempleados, que se eternizan en las colas del INEM sin amparo de ERES alguno. Ganar votos a toda costa es tarea de la Cosa Nostra. Un fondo de reptiles amplio y profundo.
Pero, claro estos del sur, tienen claros ejemplos en dirigentes nacionales. Cuando el entonces ministro José Blanco declara ahora que ‘agilizar un proceso a favor de un amigo no es influenciar’, deja abierta la puerta a cosas similares aquí abajo. En esta amplia tierra de nadie, un país de las maravillas, donde ser impropio desde la propiedad del cargo, parece ser la normalidad, se inspira en la transgresión de los valores morales mínimos que se le supone a cualquier servidor público. Cuando se está en el poder público tres décadas, se olvida con facilidad que tal propiedad no es propia.
Ante la avalancha de sondeos que señalan la posible victoria mayoritaria de Javier Arenas del PP, el navajeo sevillano agota el acero toledano. No hay cargos pa’ tanta gente. Entre rubalcabistas y chaconistas la desbandá es notoria. Las acusaciones se emboscan tras las esquinas del palacio de San Telmo. Tirar de la manta es el disfraz preferido en estos días de carnestolendas. Sin experiencia ninguna en los bancos de la oposición, parecen destinados a congelarse el culo en el frío de esos asientos siberianos. La avalancha se les viene encima, mientras las bandas internas, irreconciliables, se enfrentan machete en mano. Hasta el más antiguo de ellos, Rafael Escuredo ha tenido que salir de su retiro para lanzar el rayo deus ex machina sobre los responsables. “Si había un consejero que lo sabía, tiene la responsabilidad. Si se demuestra, sin piedad con él”, se lo ha dicho a Agustín Rivera en El Confidencial. Nada que agregar.
José Griñán, atrapado por la crisis externa y por el vendaval interno parece tener pocas posibilidades de sobrevivir como presidente de la Junta de Andalucía. Entre el aparato, que no domina y los escándalos de la corrupción, que le han barrido el despacho; el poco tacto político decantándose por una candidata que no ganó; los veteranos que le cedieron el sillón sin consulta popular previa, pero conspirando contra él, tiene todas las papeletas en la mano para convertirse, eso sí, en el primer socialista andaluz al frente de la bancada de la oposición. Como decía el domingo, aquí mismo, J.M. de Loma, a la política le falta poesía.