Negocio sucio

7 Feb
 
 

La imagen dice el porqué LIMASA tiene mala imagen en Málaga

Trajinar entre basura es un negocio sucio, aunque lucrativo. En los últimos ocho años, Limasa ha ganado 50 millones de euros, según su propia Memoria

 

Limasa, ha estado instalada en la Pax Romana durante esos años, ahora las escobas están en alto. El debate viene de lejos. Una empresa mixta encargada de recoger la basura de la ciudad de Málaga con el 51 por ciento de capital privado y el 49 municipal o sería mejor reconvertirla en pública, como la EMT, ejemplo de eficiencia. La oposición (PSOE/IU) siempre ha pedido la segunda opción. Los gobernantes municipales se han mantenido en la fórmula actual. Su pose es que asumir los costes de mantenimiento y renovación de la flota sería imposible. Ahí, las empresas privadas, que controlan esa mayoría accionarial, tienen su fuerza.
      Siendo una empresa estratégica, Limasa cobra protagonismo cuando se le abren las puertas de los conflictos laborales. Y ahora se le han abierto de par en par. No se discute tanto su eficacia, ni sus viciados métodos de contratación de personal, ni sus cómodos salarios y prebendas de días libres y horas extraordinarias; o los apetecibles sueldos de sus directivos, sino la transparencia a la hora de no subir esos salarios un 2 por ciento a los trabajadores, como está pactado en el convenio colectivo vigente, mediante el argumento de que la empresa está en ‘pérdidas económicas’. Porque, ¿está verdaderamente Limasa en pérdida? Que sepamos el Ayuntamiento ha pagado su cuota anual a la parte privada sin retrasos. Algo huele mal en Limasa y no es la basura acumulada.
      Se tiene la impresión de que las delegadas, durante esos ocho años, de Medio Ambiente del Ayuntamiento, área administrativa que debe controlar la gestión de Limasa, no lo han hecho a la perfección, como mínimo han exhibido un conducta laxa sobre la empresa. Las rutinas de recogida de basura son, a simple vista, mejorables. La coordinación de la empresa con el departamento municipal en relación al reciclaje no es buena, si observamos que en algunas zonas de la ciudad no se reponen, desde hace cinco años, los contenedores específicos. Sin contar la política errática en torno a los contenedores soterrados del centro de la ciudad. Y poca o ninguna información sostenida sobre la responsabilidad civil de no ensuciar los espacios públicos. Desde la última huelga salvaje de comienzos de la primera década del actual siglo, cuando Málaga se convirtió en un inmenso basurero en llamas, la Pax Romana limasiana se ha venido desarrollando sin sobresaltos. Para aquellas concejalas era mejor no agitar demasiado esa bolsa maloliente.
      Ahora, las hostilidades están por desatarse. Y ese sí que es un problema para una ciudad, que no puede presumir de tener sus calles limpias. Los dirigentes sindicales están dispuestos a no ceder ese dos por ciento salarial, que creen les corresponde. La empresa debe responder hoy si también ha sacrificado parte de sus beneficios y se aprieta el cinturón. El socio minoritario está empeñado en aclarar la situación en defensa de los intereses de los ciudadanos, que para eso lo eligieron. La oposición presiona pidiendo las cuentas de la empresa. El escenario está listo para una huelga salvaje de la limpieza de la ciudad, si hoy no se llega a aclarar el asunto.
      Todo está en la base de la gestión. Se puede y se debe mejorar porque ahí está una posibilidad de ahorro. Una buena parte de la misma es concienciar a los malagueños que la calle no es un inmenso basurero. Otra que el socio en minoría se manifieste más alerta sobre la empresa, y que no siga siendo solamente una parte pasiva que paga y asume los fracasos cuando la sangre llega al río. Si hay una empresa en Málaga que debe funcionar mejor y modernizar sus métodos esa es Limasa. La gestión no es sólo política, que hasta ahora ha estado casi ausente, sino también técnica.
      En estos tiempos, donde hasta a los directivos de la banca le rebajan los sueldos en un 70%, no será malo imitarles y que a la cúpula de Limasa se les exija lo propio. Con ese ejemplo, la mesa de negociación con los empleados podrá hacer que las escobas se bajen. Si no es así, la huelga de la basura está a la vuelta de la esquina. Y la ciudad no merece sufrir eso. “Si se piden sacrificios, los que más ganan deben dar ejemplo”, dice Luis de Guindos.

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