Mientras todos los huevos están en la cesta del turismo, el riesgo es alto y la garantía de crecimiento precaria. Aunque siguen viniendo, el sector no crea empleo
La alfombra roja de FITUR acoge los pasos señoriales de todo tipo de autoridades, que dan la impresión de que con el turismo España está salvada. Las gemas de Málaga no salen de la cueva donde se han atrincherado sus mineros; mal asunto para la imagen turística malagueña. Un camino de piedras preciosas que nunca recorreremos. No obstante, las autoridades locales están contentas con este destino de turismo urbano, que descarga veloces a miles de cruceristas, ávidos de recorrer las cuatro esquinas del centro de la ciudad en busca de la postal perdida, de una caña, de un café, de una biznaga, de un fugaz museo, quizás.
La economía malagueña, soportada por el turismo, ha crecido en 2011 cuatro veces más que toda la región, pero no ha creado una cifra significativa de empleo. Es decir, vienen más turistas, pero los empresarios los atienden con los mismos empleados. ¡Qué listos! Dan servicio a más clientes sin aumentar el personal. ¡Vaya negocio redondo! Están jugando con la calidad, que es el principal distintivo de un turismo de altura.
Las previsiones son eso, aproximaciones a lo que vendrá, los analistas de Unicaja dicen que este año será igual o, incluso, algo mejor que el anterior. Los turistas extranjeros y nacionales siguen creyendo en que esto es la Costa del Sol. Eso es bueno, pero los analistas del banco dicen que, al mismo tiempo, el nivel del paro malagueño seguirá asentado en el 30 por ciento de la población activa. Si el sector turístico no crea empleo, ¿quién lo hará? Los parados deambulan, estudian y miran al horizonte a ver si ocurre un milagro, pero los sueños, sueños son.
El turismo residencial, ese nicho de extranjeros que compraban a miles casas en la Costa del Sol, ha caído a niveles de los sesenta. De 9.000 viviendas vendidas en la provincia de Málaga el año pasado, sólo 600 fueron adquiridas por no residentes, principalmente de origen ruso. Otro signo negativo de la relación ladrillo-turismo, que no se resolverá por ahora, según los expertos.
Mientras la reforma laboral no se aclare el mercado del empleo está detenido en el espacio y el tiempo corre en su contra. Un círculo vicioso y viciado. En los Estados Unidos de Barack Obama han cerrado 2011 con 1.800.000 nuevos empleos, le critican que una buena parte de estos están en el sector servicio; ‘trabajos basura’, con salario mínimo. Pero es preferible tener a la gente empleada, que en la cola del paro. El porcentaje del desempleo está en 8,5 por ciento, que para los estadounidenses es alto, pero están en la tarea.
Nuestro mercado laboral está anquilosado. Nadie mueve ficha, los empresarios quieren el cielo y los sindicalistas prefieren el infierno. El nuevo gobierno de la Nación va a actuar y no podrá complacer a todo el personal. Tales cambios pasan por agilizar al lento paquidermo de las administraciones públicas, el concepto del IVA en los autónomos, el calvario áspero de tramitar los permisos para abrir una empresa. Hay que tener valor para meterse a gestor en un país donde la voracidad impositiva trasciende todos los parámetros. 1.200.000 parados andaluces al concluir 2011 y a las puertas, 40.000 más en este año.
La guerra fría a voces del PSOE, cuyo campo de batalla principal es Andalucía, ocupa en exceso estos días –y los que faltan– titulares y columnas. Su recomposición pasa por las elecciones regionales, que auguran el fin del régimen andaluz socialista. La extendida red de corruptelas, alimentadas desde el poder sevillano durante, sobre todo, la última década, va a generar un voto de castigo. La democracia es eso, cambiar para que todo pueda mejorar y no para cumplir con el aforismo que Giuseppe Tomasi, Príncipe de Lampedusa y Duque de Palma di Montechiaro, atribuyó a la aristocracia italiana ante el avance de la revolución de Giuseppe Garibaldi, en su novela ‘El gatopardo’. Esta tierra nuestra, en medio de la peor crisis económica de su historia moderna, no puede permitirse ejercer el gatopardismo. Los sueños son gratis, lo que si cuesta es interpretarlos.