La campaña electoral del 20N parece un puro trámite. Si nada extraordinario ocurre, el voto confirmará los sondeos. La gente está harta y desea que esto acabe
Parece, según sondeo tras encuesta, que aquí hay un partido y medio. El PP gana, arrasa y el PSOE se queda en el burladero esperando su próximo tren, que tardará cuatro años en pasar. IU asciende algo en el río revuelto de la indignación. UPD sube un tanto por el magnetismo de Rosa Díez. Mientras que los demás recogen migajas parlamentarias. En Andalucía, con el tirón malagueño, estas generales auguran una primaveral derrota, que se marcará en los libros de la historia política de España, como la primera vez que los socialistas pierden a la ancha Andalucía del campo y la ciudad al mismo tiempo. Bueno, esto es hasta que hablen los votos en la media noche del 20 de noviembre, a partir de hoy sólo faltan doce días.
La democracia tiene eso te da las urnas, pero también engendra corrupción a todos los niveles y de distinta factura. Y no sólo en el sector público. Los bancos se han destapado como una cueva de emboscados, que exigen comisiones, se fijan pensiones vitalicias y, además, le piden dinero al Estado, y éste se los da. El sistema no puede fracasar, que paguen ellos, los que tienen la nómina en la banca. Sólo queda la acción del voto, la única.
El listado de la corruptela, extendida en municipios grandes y pequeños, en comunidades autónoma es un cáncer que hace metástasis. Marbella es el ejemplo más publicitado, aún en vías judiciales. Se señala a políticos electos, a sus camarillas; a cargos públicos, tentados por los encantadores magos del ladrillo, esos empresarios hábiles en la mezcla del cemento con los billetes de 500 euros, ambos ahora en paradero desconocido La prensa le pone motes memorables, sacados de los sumarios: Gürtel, Malaya, Campeón, Ere, Troya, suma y sigue.
En medio de este berenjenal se mueve el candidato del PSOE, que mira para otro lado cuando cada mañana se desayuna con un titular que señala a alguno de sus correligionarios más cercanos. En honor a la visión mediática, se le ve resignado a perder. Sabe que esta cuesta arriba, que ese fardo que se ha echado a la espalda pesa demasiado, aunque le ‘ayuden’ González/Guerra. Le quedan dos semanas de calvario. Después vendrá el Congreso de su partido, donde se instalará la guillotina virtual.
Sin pistas de los desaparecidos, como signo del rumbo perdido, España sufre una democracia de corrupción, que no es sólo escamotear el dinero público. Aunque no todos los sectores hacen agua. Esto parece una película de Fellini llena de frikis. La convulsión mediática de cierta televisión, como Tele 5, los ensalza, los cultiva, los enaltece y les paga buenas sumas, porque ahí no hay crisis, el dinero fluye a través de los contratos de patrocinio, aunque ocho firmas hayan anunciado que no se seguirán anunciando allí, les honra ese gesto de honradez. Los políticos forman parte de este circo, no se pueden escapar al encanto de la tele. Hemos tenido debate para una audiencia cansada del paro, que no está para discusiones, sino para remedios. Tal vez la abstención sea un forma de voto protesta, aunque no se prevé que en esta ocasión sea alta. La gente lo que quiere es ver esa anunciada luz de este oscuro túnel. Menos campaña, menos debate y más soluciones, aunque sean duras, que lo serán. Los políticos modernos han aprendido de Sir Winston Churchill que solicitar ‘sangre, sudor y lágrimas’, le hizo ganar la guerra, pero perdió las elecciones. No se le puede hablar tan claro y alto al pueblo, es peligroso en las urnas.
Este diciembre va a ser el mes de las navidades de la transición, del último acto de fe hacia una ¿nueva realidad? Son tantas las variables que intervienen en esta crisis de larga duración, que nadie apuesta sobre seguro. Un día se toman medidas en las altas esferas europeas, para el día siguiente tener que rectificarlas. No hay cambio constitucional, ni banco salvado, ni congelación de pensiones que valga para algo realmente. ¿Qué diablos pasa? Ya hasta los ministros optimistas con cara de falsos, declaran a cara de perro que los últimos datos del paro son malos, malísimos, que estamos al comienzo de la crisis de 2008, que esto está negro, negrísimo. Y el primer ministro, Rodríguez Zapatero, se auto inculpa del descalabro. Como dice la canción de Carole King, ‘It’s too late’.