Con un presente a punto de hervor, el futuro se difumina en deudas por pagar. Mientras el pasado se sueña como aquel tiempo donde éramos felices
Las cosas por venir suelen ser las que se esperan con mayor ilusión. Pero en estos tiempos, donde la deuda externa, la interna y la personal vuelven todo oscuro e incierto, lo que puede caer es aún peor. Nos han bajado el sueldo, a los que tenemos salario fijo, pero eso no crea empleo. El paro ha crecido de manera ordenada mes a mes, y el gobierno de España intenta bajarlo mandando a cursos a unos 500.000, una graciosa forma de contabilidad. Pero de crear puestos de trabajo estables de verdad, nada de nada. Llevar la edad de jubilación a los 67 años tampoco crea empleo, sino que lo retrasa. Sólo consuela que podría ser peor, si nos llamáramos griegos, portugueses o irlandeses, aunque ya nos vemos en ese espejo del duro euro devaluado.
Mientras tanto, la crisis no parece afectar demasiado a las grandes empresas que buscan cuentas de resultados favorables allende los mares. Tampoco los bancos españoles o antiguas Cajas parecen estar con el agua al cuello. Muy por el contrario, incrementan sus intereses y fagocitan a sus deudores de cuotas inmobiliarias, mientras acumulan casas y revientan el mercado inmobiliario ofertando y subastando las viviendas de los desahuciados. Se han vuelto aún más conservadores, cerrando el grifo de los préstamos a los emprendedores y poniendo todavía más difícil acceder a un nuevo crédito inmobiliario con intereses que sitúan en el 3 y más por ciento, más el euroibor, ese implacable baremo que bajó y ahora sube y sube. El resultado es catastrófico. Ni prestan, ni dejan vivir.
Si ya era harto cuesta arriba abrir una pequeña o mediana empresa en un país plagado de trámites interminables e impuestos abusivos -ya han cerrado alrededor de 250.000 en las Españas-, ahora el colapso es absoluto. Y el panorama no mejora. La hora es aciaga. Aquí o se pone cara de seriedad al asunto o vamos cuesta abajo y sin frenos. España tiene que cambiar su entorno económico, financiero y laboral. Trabajar más y mejor, crear zonas de negocios competitivos, productivos; exportar más y mejor y no sólo importar turismo, porque no se puede avanzar con los huevos puestos en una sola cesta. Un principio económico fundamental, sin necesidad de ir a Harvard, es que hay que diversificar para prever, que si falla un sector, otro podrá apoyar el desarrollo.
Hasta ahora se han aplicado las recetas de un reformismo implacable al dictado de los gerifaltes de la gran Europa. Atrapados en esta entelequia de manirrotos e incapaces administradores que nos gobiernan, y no sólo en el viejo mundo, también en los EEUU se cuecen habas, los españoles viven inanes pasando el veranito, como si esto no fuera con ellos, pero, créanlo, sí es contra nosotros. Es la hora de exigir seriedad total. Si se necesita un pacto de Estado entre todos los partidos que gobiernan o no, aquí y allá, pues habrá que hacerlo, aunque no sea una práctica excesivamente presente en la historia reciente de esta joven aún democracia. Si se llegó a ello en la llamada transición, hoy es un momento mucho más grave, aunque menos solemne, para pensar en aunar voluntades por el bien de la ciudadanía y, sobre todo, del futuro de los jóvenes que rellenan las universidades y las escuelas profesionales en pos de una formación, que ya no les garantiza un empleo.
Todo está en la Constitución Española de 1978, la ley máxima que rige a este país de países. Pues bien, hay que releerla para intentar cumplirla. Salud, trabajo, vivienda, educación están allí garantizadas en el papel. Búsquese la forma de que eso no sea sólo una buena intención. Aquí, tienen que meter los hombros todos, empezando por los dirigentes estén donde estén. Los sacrificios personales que han pedido se les han dado sin rechistar. Pero ahora no es suficiente con que esos dirigentes se bajen el sueldo o se quiten la corbata para ahorrar unas gotas de frigorías. Los banqueros no se han rebajado sus emolumentos aún. Es la hora de la verdad, de meter la mano en la herida y extirpar el tumor de la desidia, del mirar para otro lado, del veremos mañana. Señores, señorías, está bueno ya.
Durante el mes de agosto Mare Nostrum quedará aparcado, volveremos en septiembre. Feliz verano y calurosa feria.