El PP arrasa sobre la cresta de la crisis. El PSOE se hunde tras la era Zapatero, que será difícil de olvidar. La revolución del Sol continúa en la calle
Hay un ganador mayor y uno menor, pero, sobre todo el panorama electoral, un gran perdedor, que se queda solo, ensimismado en su mismidad: Zapatero. De aquel diputado grisáceo se levantó un presidente de gobierno por la fuerza de la circunstancias, que nunca habría ganado, según las encuestas de aquel fatídico 2003, pero que una vez en el sillón se dedicó a levantar a media España contra la otra media, a olvidar el espíritu de la Transición y querer ganar aquella guerra más de sesenta años después. El camino se le torció, y desde aquella sentada ante la bandera estadounidense, su izquierdismo se tiñó de liberalismo por la imposición de otro cariz inesperado, llamado crisis de la economía capitalista, que para bien o mal, nos acoge. De aquellos vientos de cambio, esta tempestad de votos a favor de la única tabla de salvación aparente que nos queda a flote: el PP.
No lo tienen fácil, el panorama español les muestra un nuevo mapa político favorable en términos generales, pero que en lo fundamental sigue igual: 5 millones de parados, unas reglas europeas más que rígidas, una banca en recesión, una economía en terapia intensiva, pero sin signos de recuperación verdadera a corto plazo, una inflación irrespirable, una ETA legitimada por una mayoría apreciable de votos vascos y navarros y, en la calle, miles de protestantes bajo la bandera vario pinta de ‘Democracia Real Ya’. El patio está que arde, de esta no hemos salido aún.
No sería nada despreciable, que esa voz de la calle se escuchara de verdad. Más allá de las manipulaciones oscuras que este tipo de levantamientos suelen ocultar, es cierto que todo sistema democrático, tan joven como el español, necesita revisarse, requiere un proceso de aggiornamento, lo hizo hasta el Vaticano, en aquella renovación del Concilio II. Los profesionales de la política conocen perfectamente que el sistema electoral presenta fallas gruesas que hay que corregir. Que la descentralización, especialmente en nuestra comunidad andaluza, no se ha completado a cabalidad. Que se dan paradojas, como que partidos nacionalistas impongan condiciones inaceptables a la gobernabilidad de la nación a cambio de autonomías cada vez mayores, hasta rozar la independencia de sus territorios. O que para gobernar haya que arrancar de las urnas mayorías absolutas, para traspasar las alianzas a posteriori de los que sacan menos votos. Esta Real Democracia necesita revisarse a fondo, para avanzar, porque este sistema no es perfecto, pero puede perfeccionarse.
El caso andaluz es más paradigmático que otros. Tras treinta años de gobierno se cae en la rutina del cortijo. Se pastorea al rebaño con la espalda al sol, mientras se ve venir el atardecer. En la penumbra andaluza se come y se bebe bien. Desde Sevilla se han administrado los recursos económicos más ingentes de toda la historia de esta tierra mágica y pródiga. En el camino se ha desviado mucho dinero, se ha administrado con cortedad de miras y el subdesarrollo continúa, aunque se haya avanzado en muchos reglones, faltaría más, con todo ese apoyo de los fondos europeos para las zonas aún deprimidas del sur de Europa. Hay que cambiar de administradores, porque estos ya han tenido su oportunidad, más que sostenida por un pueblo paciente durante tres décadas. El aluvión de votos de estas municipales andaluzas así lo presagia. Si los que entran, o continúan en el poder municipal y diputaciones, entienden que el momento español requiere de profundos cambios de mentalidad y tienen la fuerza de voluntad y valentía para encararlos, esta democracia saldrá fortalecida, si no la calle va a marchar sobre una utopía, que como todas son alegres y bellas, pero tienen un porvenir incierto.
Por los momentos, nos acostamos rojos y amanecimos azules. Los votos han hablado. Andalucía ha ganado una batalla importante, pero no la guerra al desempleo, el mayor de España, ni a la desesperanza. Se abre una puerta al futuro que hay que aprovechar sin sectarismo, ni revanchismo. La hora es mayúscula, aquí, o nos salvamos todos o perdemos el tren de la historia.
Felicitar a los ganadores. Hemos votado a lo que dentro de lo malo nos parecía lo mejor. A mi personalmente me parece una victoria Pirrica. Cuando se gana con cartas marcadas e imponiendo las reglas del juego para que ganen siempre el uno o el otro, no es para tirar cohetes. Sr. Bendodo: Le recuerdo que es una vergüenza que haya votado solamente el 50% de los ciudadanos, y otra más, si le sumamos que cerca de 1.000.000 de votos en toda España, han sido nulos y en blanco. Comenzar como futuro presidente de la diputación, celebrando este tipo de victorias con canapés, y apartarse los dirigentes del partido, esa noche de los demás militantes del partido no me parece la mejor forma de celebrarlo. Mal comienzo. Mal comienzo es también continuar colocando a los que han salido por motivos de escándalos y corrupciones colocarlo en los comités ejecutivos o enviándo a este tipo de personas a colocarlos en otros pueblos (colocar a Manolo Marmolejo en Benalmádena). Vamos a estar pendiente desde el primer día de los escándalos y corrupciones y si siguen los nepotismos que hay en el ayuntamiento de Málaga, ¿pasarán también a la diputación? Como lo de los asesores y cargos de confianza. No nos vamos a olvidar de la deuda de cerca de 1.000 millones y muchas cosas más, por favor señor Bendodo no contrate usted a las plañideras para la diputación. Todavía aunque usted no se lo crea, hay periodistas y ciudadanos honrados. P.D. Va a tener usted ahora un gran problema para colocar en la diputación a todos los que se lo ha prometido. Comience con buen pie porque si no se va a caer.