Málaga se debate entre ser una ciudad más limpia y encontrar un lugar para las profesionales del sexo. Tras el domingo electoral habrá que encontrar soluciones
Mientras, el tráfico sigue siendo una preocupación diaria y la paciencia de los ciudadanos, sin más remedio, se acostumbra a una calamidad que parece no tener solución, a menos que nuevas Rondas y otras vías se abran hacia la zona oeste (Universidad, Clínico, Ciudad de la Justicia, PTA y la nueva barriada en expansión de Teatinos), cuyos atascos son ya una rutina kilométrica en horas punta. Las alternativas de una mejora en la red pública de transporte están por instrumentarse, un Metro que no llegará a Campanillas ni al PTA, de poco servirá y autobuses insuficientes para el personal universitario o el que acude a diario a los tribunales, hacen que esa zona sea un embudo de atascos en el panorama cotidiano de la ciudad. Por si esto fuera poco los ciudadanos piensa que Málaga es una ciudad sucia.
Si bien es cierto, que la concejalía de Medio Ambiente tiene la delegación de la muy mejorable Limasa, y ha funcionado con poca o escasa planificación (sin capacidad para reponer contenedores, por ejemplo), que requiere una ciudad de estas dimensiones de población, no lo es menos que muchos malagueños creen que la calle es un contenedor de sus desechos. La colaboración ciudadana es imprescindible si se quiere mantener un nivel aceptable de limpieza. Siempre es mejor no ensuciar que tener que limpiar. Tal vez, la nueva concejala encargada de las relaciones con la empresa mixta Limasa tenga la fuerza y la voluntad necesarias para organizar mejor a esa legión de trabajadores y maquinaria, que se encargan de pasar la escoba a diario. Pero sin una campaña de educación a los malagueños, la tarea parece cosa imposible. Si tal edila es Teresa Porras, agallas no le faltan. Esta capital de la Costa del Sol, cuyo aliciente económico es el turismo, necesita presentar una cara limpia.
¿Votan las putas de la calle? Las ahora organizadas prostitutas, que se hacen llamar ‘trabajadoras del sexo’, se manifiestan en la céntrica calle Larios para protestar por el acoso a la que las somete la autoridad policial local y pedir un espacio abierto donde ejercer su oficio sin perturbar el orden público y vecinal. Han anunciado que podrían formar una cooperativa para adquirir una parcela, donde posesionar su oferta carnal. Un colectivo que piensa en convertirse en empresarias con títulos de propiedad, tal vez merezca una subvención, por tal ardor en tiempos de crisis. Trabajadoras por cuenta propia, pero con mercancía ajena. Como quiera que sea queda pendiente su legalización, que no desagradaría a Hacienda en su afán recaudatorio.
Todo empezó con la Ordenanza para la Garantía de la Convivencia Ciudadana, que contemplan multas de hasta 1.500 euros tanto a quienes ejerzan en las cercanías de casas y colegios, como para los usuarios de estos servicios. El asunto está atascado. ¿Dónde fijar el espacio para este amoródromo? No hay acuerdo. Los vecinos dicen que en sus aledaños no. Las trabajadoras sexuales no aceptaron la zona de Los Asperones. Por ahora siguen ejerciendo entre el acoso, la inseguridad y multas a granel. Daniela, la portavoz de las hetairas malagueñas, ha dicho que la única salida a esta situación es la legalización. Pondría coto a la explotación que soportan de las mafias internacionales del sexo. Pero eso es una decisión nacional y no local.
Con el inicio, a partir del 23 de mayo próximo, de una nueva administración municipal, bueno es el momento para que estos dos problemas principales, limpieza y tráfico, además de las desamparadas mujeres de la prostitución al aire libre se tomen como verdaderas cuestiones a resolver. Con la que cae sobre el suelo patrio, pueden parecer cosas menores, pero una cosa lleva a la otra, al final todo tiene que ver con conseguir una sociedad cercana más humanitaria. Menos tráfico, más limpieza y mayor seguridad social para las putas pueden mostrarnos una ciudad mejor.