La mar en calma (IV)

24 Ago
La feria del botellón y el cabreo de los hosteleros

La feria concluyó, de sábado a sábado, en una explosión de alegría y armas blancas. Alarmante escasez de matronas para las parturientas malagueñas y un desconocido diputado madrileño saltó a la fama sin pasar por la televisión

Feria, botellón y armas blancas. La feria, menos un día, se acabó con lleno total y un millón de euros de ahorro. La crisis aguanta lo que le echen. El pulpo Porras, al menos sirvió de guía turístico. En octubre se sabrá si sirvió para sobrepasar el primer corte de la capitalidad. El botellón resurgió con la bendición municipal, el cabreo de las Peñas y la alarma de los sanitarios, a un ritmo de unos 20.000 jóvenes, que no entraron en la feria, pero cayeron en la bebida adulterada. La autoridad policial decomisó más de 200 armas blancas de todo tipo, desde katanas hasta puños americanos, en las mismas casetas de las tómbolas, sin que se estuviera esperando ninguna película de Bruce Lee o Jackie Chan; en vez de dar ositos de peluche o barbies chinas, rifaban juguetes para cortarle el cuello al adversario. Inflexibles con la venta de bebidas a menores, algunos expedientes sancionadores no se instruyeron con la debida equidad, según denunciaron algunos responsables de casetas. Es muy fácil que una menor esté bebiendo, si los amigos mayores le han comprado el mojito. En fin, pocos incidentes graves, si tomamos en cuenta los millones de personas que le dan a la botella durante ocho días frenéticos. Los comerciantes del Centro, como de costumbre, hicieron poca caja.
Trinidad pone el acento. En una desafortunada afirmación del diputado a la Asamblea de Madrid, Juan Soler (PP), le parecía que el acento de Trinidad Jiménez era impropio para representar a los madrileños. Este castizo de pacotilla, como muchos, demasiados, madrileños con los que me he cruzado en mi siete años largo en la capital del reino, trabajando como periodista, creen e incluso afirman, como este representante de su pueblo, que el único acento válido para hablar en Madrid es el de ellos. Que eso te lo diga un desconocido chulapo en el Metro, vale; pero que un dirigente político electo, se atreva a escribir tal afirmación en su blog es porque lo piensa y lo cree, aunque después haya pedido disculpas. Si usted escucha hablar a la ministra, Trinidad Jiménez, tiene un indefinido acento del sur, que puede ser canario, andaluz o caribeño, da igual, porque habla español en una mezcla de las dos orillas. Pero es el mismo idioma, Soler, sin las marcadas eses finales, sin las subrayadas ces intermedias, con alguna zetas de más, pero ella dice Madrid, con de final, y no como algunos de por allí, que transforman la d en z y dicen Madriz. Así que Soler, castizo, los malagueños que hemos vivido en América desde pequeños, hablamos con ese acento que dan las brisas marinas del Caribe, pero en un español puro, en un idioma que ha multiplicado los acentos enriqueciendo nuestro idioma, ¡qué más quisieran para sí los francófonos y los angloparlantes!, estos últimos separados por el inmenso océano de su propia lengua. Y los que escribimos sabemos dónde van las eses, las ces y las zetas, aunque no la pronunciemos con la precisión que a usted le gustaría. Federico García Lorca dijo que Cádiz, Andalucía, terminaba en La Habana, él no hablaba con acento madrileño, pero escribió en el mejor español de su tiempo. Diputado Soler, por vergüenza madrileña, debería usted redactar su carta de dimisión, eso sí en perfecto madrileño, y recoger la pata que ha metido hasta la ingle. ¡Váyase usté a estudiá a México, castigao!
Premio a Limasa. Le han dado el sello de excelencia europea 400, que otorga European Foundation for Quality Management. Los evaluadores premiaron la gestión de residuos sólidos, aunque dudamos que hayan pasado por algunas calles de El Palo y Pedregalejo, donde, tras cuatro años, no han repuesto el contenedor de cristales, con lo cual el reciclaje muere en origen. De todas maneras felicitaciones a los esforzados operarios, que recogen lo que otros tiran.
Cubanos en Málaga. Presos por disentir de la versión oficial de la vida, salieron al fin de la cárcel de periodistas más grande del mundo. Los que han llegado a Málaga, con el paseo marítimo que tanto les recuerda al malecón de La Habana, y esa mar casi la misma, tienen ya sus papeles, aunque no a través del procedimiento de refugiados políticos, sino por otra fórmula más expedita. Ahora les falta un trabajo, cosa más complicada. Bienvenidos a la libertad.

8 respuestas a «La mar en calma (IV)»

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