La esférica futbolística ha hecho el milagro de descubrir que podemos usar la bandera con el orgullo de ‘yo soy español, español’. Además, ha demostrado que España está vertebrada por un grupo de muchachos de todos los rincones del país y que forman uno solo.
Ya se sabía que los grandes almacenes españoles con nombre de inglés, vertebraban a la España invertebrada de Ortega, ahora también estamos seguros de que el fútbol de la ‘roja’ es de toda la nación. Si algunos catalanes, vascos o gallegos no quieren aceptarlo y prefieren declararse independientes, están en su derecho de decidirlo, siempre y cuando no se salten la Constitución, que ellos también votaron en su día. Por ahora, España ha ganado el mundial de fútbol en buena lid, con gran esfuerzo de equipo, y es un blasón de todos los que habitamos en esta monarquía parlamentaria, que se parece más en la práctica a un Estado federal que a una corona. Pero esa copa redonda que llegó ayer a España demuestra que aún seguimos unidos por los goles que marcan esos futbolistas catalanes, vascos, andaluces, madrileños, gallegos, de aquí y de allá, con una camiseta roja y envueltos en el símbolo de una nación generosa, grandiosa, diferenciada y libre.
Trabajar en equipo es lo que da la victoria, unirse en un trabajo combinado es lo que hace avanzar hacia el triunfo. Uno alcanza la meta, pero en la punta de su bota está el empuje de los otros diez jugadores. Esta fórmula es la del fútbol, por eso entusiasma y arrastra a millones a pintarse la cara con los colores rojo y amarillo de una bandera que le sirve de manto a Cibeles o de túnica a Neptuno. Ese símbolo, aplicado a la nación es lo que hace pensar en el ejemplo de unos chicos ‘locos’ por el fútbol. En estos momentos lo que toca es la unidad y no la separación. La primera nos hará más fuertes, la segunda más frágiles de lo que ya somos.
Que su mensaje no quede en la euforia pasajera de una recepción en la Moncloa o en la Zarzuela, que no se olvide, que lo han hecho en el peor momento de una España acosada desde fuera por los gurús financieros y desde dentro por unos políticos que deberían aparcar el coche del desenfreno acusatorio, parlamentar más y tirarse menos piedras a las cabezas. El pueblo español ya ha respondido sin rechistar a la bajada de salarios, resiste estoicamente a cuatro millones de parados, y los jubilados esperan con la paciencia intacta. Además, los más jóvenes ganan un mundial en medio del caos. Es para detenerse a pensar en lo mucho que le deben los dirigentes de todo tipo, no sólo los políticos, a este pueblo español de cada rincón del país.
En medio de los titulares de la embriaguez del mundial, conquistado por primera vez en toda nuestra historia futbolística, se cuelan otras noticias locales de buenas nuevas. El PGOU de Málaga sale adelante, por fin, en una demostración de que no todo es imposible. Otros temas urgentes están en el atascadero Junta/Ayuntamiento: un nuevo hospital, terminar la ronda, el campamento Benítez, el rifirrafe del Puerto, el tren litoral, entre otros. Ayer se presentó oficialmente el proyecto para ser capital europea de la cultura, ojalá haya suerte y no nos toquen árbitros demasiados parciales.
La ciudad merece mejores horizontes. Que los bomberos se queden sin presupuesto para reparar sus vehículos de servicios, según ha denunciado el sindicado, UPLB, parece una noticia de otro país. Que en medio de los recortes hechos al personal, directivos, asesores y concejales del Ayuntamiento de Málaga, el responsable de Educación y Cultura publique un libro en dos tomos sobre su gestión, parece, como mínimo desproporcionado, falto de todo tacto y visión política, el malestar dentro y fuera del equipo de gobierno es grande. Miguel Briones nos confirma que costó 18.000 euros, que pactó su realización con el alcalde hace tres años y que recoge la historia estadística de la labor realizada en su área, nada anormal, todo dentro de lo previsto. Claro, pero la opinión publicada es que para eso, si es que hay que publicar alguna memoria en estos momentos, está la página WEB del Consistorio. Por otra parte, los nuevos contenedores empiezan a verse por la ciudad; en el Este (El Palo/Pedregalejo), brillan por su ausencia. Si la delegada de Medio Ambiente se paseara por ese Distrito municipal lo comprobaría. Hay calles en que faltan contenedores desde hace ya cuatro años. La escoba no barre igual para todos. Así no se puede reciclar. Menos mal que estamos celebrando esta gran alegría de la ‘roja’, no todo puede ser rigor.
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