La incapacidad, por falta de voluntad, para descentralizar la administración es una cuenta pendiente de la autonomía regional representada, en nuestro caso, por la Junta de Andalucía. Es también un asunto que ha quedado en el limbo de nuestra novísima democracia
Se ha desplazado el centralismo hegemónico de antaño a un nuevo eje territorial, que concentra todo el poder que le ha sido transferido, dejando a la base de la democracia municipal con un estrecho margen de maniobra. Málaga, cuyos indicadores económicos siguen siendo aceptables, pese a la gran crisis del desarrollo que nos acorrala, ha sido la sede, hasta ahora, de la principal entidad financiera de la región, Unicaja. Se abre la caja de los truenos centralistas, pues si Unicaja se fortalece al fusionarse con otras Cajas, su gran tamaño, su músculo financiero desarrollado, más fuerte y poderoso, debe estar cerca del poder central andaluz, en Sevilla, según una corriente de opinión que mueve los hilos antes de que se firmen los acuerdos.
Voces, muchas, se escuchan reclamando que esa nueva entidad no se mueva de Málaga a la que le corresponde seguir siendo su sede en pro del dinamismo económico de la ciudad y su provincia. El periodismo, ni siquiera el de opinión, está para lanzar adivinaciones, pero el río de las Cajas andaluzas suena a tromba agitada e incontenible, que se dirige hacia Sevilla. En lugar de sumar restamos. No son estos tiempos para la enconada disputa territorial. Para la maniobra del húndete tú, para que flote yo. Pero parece faltar un grado de educación democrática, un espíritu de Estado, una mirada hacia la Europa de las ciudades, donde se asienta el verdadero desarrollo del sentido de la democracia en sus niveles fundamentales, en donde vive y padece el ciudadano común y corriente, el que paga sus impuestos aunque le bajen el sueldo o esté en el desempleo o bajo la protección, cada vez más evanescente, de una pensión.
Hoy es la Caja, ayer el Puerto con valla, hoy otra vez el Puerto con la misma valla, pasado mañana el Hospital que nos falta, mañana el Auditorio, el Bulevar, la otra Ronda, el Metro que avanza y retrocede; el chiringuito dentro de la arena o fuera de ella. No, esta no es una ‘ciudad infinita’, sino interminable, inacabada. Hasta los antiguos romanos se ríen, con su teatro, que ellos tardaron menos años en construir que nosotros en reconstruirlo. Una eterna discusión sobre si Málaga es o no es, mientras la ciudad nos aplasta con su implacable realidad.
Todo se hace muy difícil para esta Málaga que sufre y padece. No es cuestión de llorar, ni de atrincherarse en localismos catetos, sino de reclamar lo justo. Es cierto, que ha llegado el tren de alta velocidad, llamado por nosotros AVE (faltaría agregarle, Caesar, morituri te salutant); que se ha ampliado el Aeropuerto y que el Puerto, pese a su vallada administración, ha fortalecido su atraque como destino de referencia de cruceros y contenedores. Pero, ¿no es eso progreso para toda la región? Lo que es bueno para Málaga es bueno para Andalucía y para España, es una obviedad, pero parece olvidarse cuando los que mandan se sientan en la mesa de negociación de un nuevo plan, de la distribución de las ayudas de la UE. Llegar a acuerdos es tan complicado, tan imposible que el Plan General de Ordenación Urbana –PGOU– de la ciudad se eterniza en cambios, recambios, recontracambios y retruécanos hasta el infinito, una y otra vez. Hoy, más que nunca, la ciudad necesita de ese PGOU aprobado y en marcha. Marca su futuro desarrollo, dentro de unas coordenadas sostenibles, y abre las puertas al trabajo del sector más deprimido de nuestra economía.
Aquí lo que parece privar es la renta permanente del voto. Es cierto que los partidos se mueven únicamente sobre esos ejes. Son velociraptores voraces de la voluntad popular del ciudadano. Si apruebo esto me votarán, entonces lo apruebo; si tengo dudas, lo aparco, lo dilato, lo eternizo; ya vendrá otro plan, otro escenario más propicio donde mi voto no peligre. Una decisión siempre arriesga; el que no se mueve sale en la foto, pero no pasa a la historia. Es este un juego político del Monopoly, te cambio esta parcela por aquel lindero; te dejo construir aquí si me das el Norte; te doy el Sur, si me das la playa; el Hospital, macro o micro en el Este; no, en el Oeste. Y así hasta el infinito y más allá. Mientras tanto, Málaga espera, ¿hasta cuándo? Se cansa uno.
esto es simplemente el saqueo de malaga por parte de la junta de andalucia, con el consentimiento y colaboración de los politicos malagueños, que no defienden los intereses de los malagueños (de toda la provincia), espero que esto nos levante a todos/as malagueños/as de una vez, para que nuestros hijos puedan trabajar en un futuro en su tierra que es MALAGA
El señor Arenas, don Javier, se ha confundido al apoyar la fusión de cajas estrechando la mano del señor Griñán y metiendo a su partido en Málaga en una caverna de la que les va a costar un mundo salir. Y además ha defraudado las esperanzas que el noble pueblo de Málaga había depositado en él creyéndolo ajustado a normas, a lógica y a decencia política; pero claro el mal se hace en Málaga, o sea en ninguna parte. Mientras esté Sevilla, ¿verdad don Javier? Hoy se nos muestra el señor Arenas como un político vulgar, al uso y capaz de mentir a quienes confiadamente fiaban en sus promesas. Y hoy pedimos a nuestro alcalde De la Torre se piense si merece la pena militar en un partido que no tiene más miras que conquistar Sevilla al precio que sea, incluso a costa de devastar la región de Málaga. El daño que nos está produciendo hoy el PP es comparable al que se nos hace desde las filas socialistas; y ni usted, alcalde, ni el ciudadano nos merecemos tal cosa. Somos muchos los malagueños dolidos en esta realidad en la que perdemos de continuo ante la Junta y ante Sevilla, y rogamos al cielo nazca un partido provincial donde depositar todos nuestros anhelos frustrados, nuestras ilusiones casi perdidas y nuestros principios institucionales con serias dudas de parcialidad. Necesitamos ese partido tanto como le necesitamos a usted, don Francisco. En ocasiones, señor, la historia nos pone donde no deseamos de ninguna de las formas estar; pero cuando esa misma historia nos coloca como tótem ante millares de corazones, ni el miedo al fracaso ni tan siquiera el desánimo ante el error, puede poner en duda una determinación. Málaga le debe mucho, alcalde, porque nos ha dado de sobra, así que nada, absolutamente nada habrá que reprocharle tome la decisión que tome. Este noble pueblo de Málaga siempre le va a estar agradecido. Javier Fernández
Ahora no vale lamentarse, eso llevamos años viendo que iva a pasar, incluso en la propia JUNTA se va favoreciendo a cualquiera menos a la gran caja de Andalucia, devido a su localización, que no es sevillana, ese egoismo-centralismo exacervado por parte de unos politicos serviles al poder del estado, sólo si goviernan ellos, quedó demostrado el día que ganó las elecciones generales su partido en 2004, se abandonó la lucha contra el estado para recuperar la «deuda histórica» con Andalucía, retirando todos los contenciosos de los tribunales y tema zanjado, literalmente ya no se habla más del tema, vamos que si quieres sopa, toma tres tazas.
Para cuando nos daremos cuenta que nos engañan, si, ¡estos fuera!, votemos a otros y si lo hacen mal o peor, también fuera, pero no podemos seguir con este inmovilismo por miedo a que pueda venir otro a hacerlo peor. Demos una lección de movimiento social a los politicos.
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