Sostiene Peralta

El arquitecto Salvador Moreno Peralta sostiene que hemos llegado tarde al programa de la capitalidad 2016 y que, además, los malagueños están de espaldas a un proyecto desconocido por secreto

En su discurso del fin de curso de la Academia malagueña de Ciencias (jueves, 24 de junio), habló Peralta de Málaga en relación a sus posibilidades de acceder, a convertirnos en Capital Europea de la Cultura –CEC–. Parece optimista, pero no a todo trance. El comité que decidirá esta primera aproximación ya está nombrado por el Ministerio de Cultura de España, que pone a seis de los 13 miembros. Se les presupone su independencia, pero estamos en España, donde tal soberanía política es casi desconocida.
Lo bueno de esta aspiración, ganemos o no, es que tenemos la oportunidad de dar un salto cualitativo hacia una ciudad más en contacto real con la actividad cultural. Y lo que hay que tener muy presente es que “…los jurados valoran en las candidaturas son proyectos bien armados, justificados en sus presupuestos…que encierren un programa de actuación imaginativo, pero proyectado a largo plazo, que sean proyectos apoyados por la ciudad de una manera unánime y, sobre todo, que atiendan al objetivo de contribuir, desde la cultura, a la vertebración de EUROPA…”, sostiene Peralta.
Este empeño contiene una vertiente de significado comercial, nada desdeñable frente al panorama de alta depresión económica que nos cerca. Un estudio de Analistas Económicos de Andalucía, dice que si Málaga es escogida CEC, supondría una movimiento de 930 millones de euros, fundamentalmente de la actividad turística y más de 11.000 puestos de trabajo. Aquí, estamos en la carrera museística, en tener más salas de teatro, persiguiendo un auditorio de la música y otros espacios para la actividad cultural. “Pero la infraestructura, aquí, no debe cifrarse sólo en el número de ‘templos de la cultura’ con los que esta ciudad se dote, sino en la ACTITUD de su ciudadanía ante la cultura. Una capital cultural, por ejemplo, no se mide sólo por la espectacularidad de sus auditorios, sino por su capacidad para llenarlos”, sostiene Peralta.
Uno de los criterios que guía al comité es el grado de participación ciudadana en el proyecto y en su intervención activa. No sólo miran el pasado, sino que valoran el presente y el porvenir de la proyección a futuro del programa. “Tan torpe sería Córdoba si para competir esgrimiera sólo el linaje de sus ancestros omeyas, como lo sería Málaga si todo lo basara en el nacimiento de Picasso”, sostiene Peralta.
Se tiene la sensación de que hemos perdido tiempo en coordinar este asunto. En escasos tres meses se ha pergeñado un proyecto, que esperamos sea suficientemente sólido, aunque hay serias dudas, si partimos del eslogan, ‘Ciudad Infinita’, frase cohete publicitaria, que igual sirve para la gloria que para el cachondeo popular, define a un proyecto que en siete líneas maestras, según Juan López Cohard, será defendido ante el comité en octubre. El contenido aún sigue siendo el secreto mejor guardado de esta ciudad, bajo la justificación de no dar armas al adversario.
Aún hay otro escollo difícil de salvar, porque se incrusta en los genes malagueños. La participación ciudadana ha sido escasa, más allá del menor esfuerzo de las firmas de adhesión, de una camiseta o de una gorra con el emblema ‘Málaga 2016’. “…ha sido inexistente porque no se ha hecho patente y las cosas no existen sólo por sí mismas, sino en función de que las conozcamos o no”, sostiene Peralta. Si a la falta de información agregamos la desidia el resultado es la apatía. “En Málaga hay dos clases de ciudadanos, los dos igualmente satisfechos: el malaguita efervescente que se hace la ola él sólo, contentísimo con todo lo bueno y lo malo de su tierra, especialmente con lo malo. Y el pesimista incurable, igualmente feliz por poder pasarse todo el día lamentándose de que esta ciudad no tenga remedio”, sostiene Peralta. Todo a pesar que en las tres décadas de democracia, con tres alcaldes al mando de la ciudad, hemos experimentado un desarrollo que debería ser orgullo de todos los malagueños. La lista no cabe aquí, es larga, Peralta la recitó al completo.
¿Por qué los malagueños no le hacen caso a la Capitalidad? “Una misteriosa corriente interna, dispersa y autodestructiva, disuelve en escepticismo lo que en otros lugares se exhibiría orgullosamente como un patrimonio colectivo”, sostiene Peralta. Porque los malagueños viven de espaldas a su ciudad, como el Puerto vive de espaldas a la misma, con el agravante para sus ciudadanos que ni tumba la valla, sorprende con un palmeral absurdo y, encima, coloca un Carrefour top-ten para mayor gloria de los empresario y de Enrique Linde, que pasará a la historia como el Gran Almirante del Puerto Comercial más desatinado del Mediterráneo.
Sin información no hay paraíso. Frente a esta apatía congénita se necesita una claridad meridiana, sin miedo al adversario. Hay que cambiar la estrategia. Dejen atrás el aldeanismo andaluz, “…que sólo acepta nuestros valores cuando vienen de vuelta refrendados por tribunas capitalinas, dejando el terreno libre para vendedores foráneos de corbatas y elixires mágicos”, sostiene Peralta. Esta aspiración requiere de esa Fundación entusiasmar a los malagueños, ser capaces de despertarlos de la siesta, “…ser fábrica de creatividad y no tenderete de imitaciones, exportador de ideas, y no rumiante de querencias subsidiadas”, sostiene Peralta.