Hoy, 3 de mayo, es el Día Mundial de la Libertad de Prensa. Donde no la hay o está en precario equilibrio no se celebra, aunque hay sobradas razones para ello. Donde sí la hay se ha sugerido mantener un minuto de silencio a las 12 en punto, en recuerdo a los compañeros caídos en el ejercicio de su oficio. La estadística demuestra que esta es una profesión de alto riesgo. 100 fallecidos en 2009 en todo el mundo, 40 por ciento más que en 2008. En el primer cuatrimestre del presente año 2010 ya van 22 periodistas muertos. Los datos precisos, pero escalofriantes los proporciona el Observatorio de la Libertad de Expresión, dependiente de la Cátedra Unesco de Comunicación de la Universidad de Málaga. Estas cifras de la muerte por hacer saber la verdad de los hechos, que tanto molestan a quienes matan a los mensajeros, se hacen más tenebrosas si cabe en América Latina. De los cien fallecidos en 2009, 28 lo fueron en esa zona del mundo. Y de los 22 que llevamos este año, 15 lo han sido allí. Está claro que es una de las partes del planeta donde informar cuesta la misma vida de quienes se dedican a esto.
En España no matan a los periodistas, pero se les manda al paro, que es una muerte en vida profesional. Las cifras alcanzan ya los 4.000 y la estimación de la Asociación de la Prensa de Madrid, coloca la cifra en, más de 5.000 para este año, un 20 por ciento de los profesionales en activo. Ni que decir, que otra circunstancia que corroe la libertad de expresión es la precariedad del empleo en los Medios de Comunicación, donde un altísimo porcentaje trabaja por sueldos mínimos.
Esta fecha es adecuada para reflexionar sobre la situación de la profesión periodística, que sufre en España de intrusismo, que no tiene un Estatuto de la actividad, donde el secreto profesional sigue a la libre interpretación de los tribunales, a pesar de estar protegido en principio por la Constitución de 1978; ni agrupaciones gremiales sólidas que defiendan los intereses de los periodistas y del ejercicio del periodismo.
En los años cuarenta, decía un prominente director de periodistas estadounidense, que las dos principales causas de muerte de los reporteros eran el infarto y la violencia. Tras seis décadas este aserto no ha cambiado nada. Si hablas o escribes te mato y el estrés sigue llevando a la tumba a demasiados compañeros. Ahora, hay que sumar esa muerte en vida que llaman paro.
Prensa libre
3
May
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