La intención de voto parece que favorece al PP andaluz. Lo dice una encuesta del IESA, digna de confianza. Claro, que como todo sondeo es condicional ‘si las elecciones fuesen hoy’. La distancia, sin embargo, es precaria, 1,6 puntos porcentuales a simple vista insuficientes para hacer gobierno. Ganaría el PP, un triunfo histórico, pero no gorbernaría al no tener mayoría y nadie con quien formar un grupo de gobierno. Pero quién sabe. Tal vez, lo girones del PA se plegarían a gobernar en coalición, o no, como diría Rajoy. Lo cierto es que en esta geografía política, vertebrada en una geometria del PER y del voto cautivo de la tercera edad y del aparato del PSOE, engrasado durante más de tres décadas en el poder, y del miedo a la derechona de los señoritos andaluces, resulta sorprendente que, por fin, el partido de Arenas saque la cabeza del agua. El panorama ha cambiado. Se ha ido Manuel Chaves, caudillo del granero de votos de los socialistas. Ha dejado enrocado a Griñán, que no ha tenido tiempo para darse a conocer entre el gran electorado despistado en tareas más inminentes, como la cola del paro o la renegociación de sus hipotecas. El millón de parados en Andalucía hace mella, la corruptela del ladrillo, también, y las familias socialistas se dan bofetadas, mientras, como en Málaga, no encuentran un candidato capaz de conquistar la alcaldía en manos de un monolítico Paco de la Torre. La pelea está servida. Nos queda un año y medio por delante con varios asaltos pendientes en el ring.
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