El mazo y las hierbas altas de marzo

24 Mar

El cauce del arroyo del Cuarto, a la altura de Carlinda, vuelve a ofrecer laderas repletas de hierbas, proclives a incendios como el de los años pasados y una colección de muebles que llenaría de pavor al fundador de Ikea.

De la contemplación de las estaciones, del mero paso del tiempo, nace el refranero popular, que en este mes nos deja perlas como «En marzo, la veleta, ni dos horas quieta» o «Marzo varía siete veces al día», algo que conocen muy bien los cofrades malagueños, que tienen una opinión parecida del mes de abril.

Sin embargo, para el caso que hoy nos ocupa, habría que recordar que «En marzo crece la hierba, aunque le den con un mazo», un aspecto que no parece preocupar demasiado a nuestros responsables políticos, porque ya se está convirtiendo en tradición que la asociación de vecinos de Carlinda alerte cada año de la preocupante crecida de la hierba y el riesgo de incendio, que no es ninguna exageración malaguita.

Sobre todo al pie de un bloque, bajo un profuso terraplén de matojos que ha tenido el dudoso honor de incendiarse dos veces en los últimos años.

El bloque de vecinos se encuentra en la calle Martín, asomado a una hondonada por la que culebrea el arroyo del Cuarto y en la que se encuentra la antigua fábrica de ladrillos Salyt, de cuya tenebrosa entrada principal hablamos hace unos días.

En el verano de 2015, poco después del segundo incendio, la asociación de vecinos de Carlinda, que preside el veterano maestro Joaquín González, pedía a la Junta al menos un cortafuego para que las llamas no se acercaran al bloque la próxima vez.

Del cortafuegos no hay ni rastro casi dos años más tarde y en su lugar, como hemos comentado, el mes de marzo ha hecho que la hierba alcance una altura más acorde con la de los hermanos Gasol, así que se presenta un verano como para tener un extintor en cada casa.

A la profusión de hierbas hay que sumar el penoso estado del pequeño tramo del arroyo del Cuarto que, tras una apreciable caída por esta hondonada, viene a desaparecer por un colector.

También la asociación de vecinos lleva tiempo reclamando a la Junta de Andalucía que además de poner coto a los matojos vecinos, acabe con la eterna tienda de muebles del arroyo.

Porque, como saben muchos paseantes, por alguna práctica atávica, no sabemos si de iniciación tribal o simple gamberrismo ágrafo, es costumbre de algunos antropoides despeñar cuesta abajo todo tipo de muebles, para que junto al colector monten guardia una selección olvidable de sofás, tresillos y cualquier otro objeto mullido.

Y esos, los que llegan enteros, porque en el pequeño túnel del arroyo, antes de que las aguas bajen hasta el colector en pequeña cascada, esta semana se observaban restos de una ceremonia de despanzurramiento de cojines y quema de muebles. Aparte, el cauce de arroyo es un aparcamiento a cielo abierto que, en caso de tromba sorpresa, puede terminar con los coches haciendo juego con los sillones del colector.

Lo dicho, la Junta debería repasar el refranero de marzo y darse una vuelta por el barrio.

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