No es descartable que el garrulo cósmico que pintarrajeó la Puerta de Buenaventura se arrepienta en unas décadas mientras pasea a sus nietos.
Resulta sorprendente la cantidad de austriacos que, en pleno ejercicio de sus facultades majaronas, se han echado a los brazos de la extrema derecha en las últimas elecciones en el país. Con ello demuestran desconocer en grado sumo la esencia de su tierra, hasta la Gran Guerra un gazpacho imperial de naciones y lenguas que no hacía ascos a ningún extranjero.
Francisco José, por cierto, era emperador de Austria y rey de Hungría, por lo que la corte se consideraba imperial y real, un atributo cuyas iniciales en alemán eran K u K, de ahí que un famoso escritor con más mala leche que un tártaro, se refiriera a su tierra como Kakania.
Este requiebro histórico viene al caso porque un memo desconocido de proporciones épicas ha querido pasar a una dudosa inmortalidad al plasmar unas iniciales parecidas, KMK (o KMR) en los restos árabes de la Puerta de Buenaventura, la que con tanto esfuerzo se encargo de recuperar la ejemplar librería Proteo.
La parte externa de la puerta, la que precisamente da a la calle Puerta de Buenaventura, pese a estar protegida en la parte baja por una mampara de cristal, es la que, desde hace meses, exhibe la agresión de este garrulo cósmico, que en la mejor tradición de sus antepasados, los primeros homínidos de África, aprovechó la mampara para trepar por ella y dejar constancia de su vacío existencial.
Hace unas semanas La Opinión se hizo eco del magnífico trabajo de fin de carrera que sobre las puertas de la Málaga musulmana realizó la ingeniera técnica en Diseño Industrial, María Jesús Otaola, sobrina nieta del fundador de Proteo.
María Jesús compaginó sus conocimientos técnicos con una profusa investigación histórica para recrear en ordenador los tramos de murallas y puertas que la ciudad todavía conservaba en 1791, el año en que Joseph Carrión de Mula realizó su famoso plano de Málaga. Entre esas puertas recreó, claro está, la medieval de Buenaventura, incluidos el cuadro de la Virgen de los Ángeles y la efigie de San Buenaventura que le añadieron los franciscanos en época cristiana.
Imaginen ahora a este sujeto, al autor de esas iniciales seudo imperiales, dentro de unas décadas, mientras cuenta a sus nietos la hazaña: «Trepé por un cristal para dejar mi firma en un valioso vestigio de la Historia de Málaga».
¿Qué pensarán esos angelitos de su abuelo? (o abuela, porque desconocemos el sexo del infractor). Estamos seguros de que este individuo estará arrepentido y añadirá en su descargo: «No hagáis lo mismo que yo, en esa época no pensaba con la cabeza, la usaba de ariete».
Confiemos en que esta pintada, que lleva demasiados meses mancillando este precioso resto arqueológico, desaparezca en breve y con ella, simbólicamente, esa etapa turbulenta y sandia por la que casi todos pasamos antes de convertinos, verdaderamente, en seres racionales. O esa es la intención.
Pudiera ser que quien pintó esas 3 letras quisiera también legar a la Historia su llanto por lo que pudo haber sido aquella Puerta de Buena Ventura y la Plaza del Teatro con su precioso Teatro PrincipaL, lo que han dejado y cómo lo dejaran. Nací en los años 40 y desde entonces lo único bueno en aquel sitio es la librería.
Como esperas que un personaje así llegue a abuelo…acabará pinchado en una reyerta o aparecerá en una cuneta. Es el destino de la gente incívica, se cavan su propia tumba. Las drogas es otra salida para ellos.
O acabaran trabajando de programadores, en el ejercito o mil cosas mas, como yo y decenas de amigos míos que pasaron por la típica fase de rebeldía, sin mayores consecuencias que unas horas en algún calabozo.
Y mientras tanto, aquel deportista de élite muriendo de cáncer, el «niño bien» muriendo de sobredosis o una venérea…
El destino solo es la excusa de los conformistas.