Ritos iniciáticos en una extraña zona verde

27 Jul

Al final de la calle del Agua continúa un terrizo catalogado de zona verde, con cacas fósiles y una contradictoria industria lítica prehistórica del siglo XXI.

Una de las homínidas más famosas de la historia es Lucy, una autralopiteca a cuyo lado Kirk Douglas sería un niño de pecho porque se calcula que tiene 3,2 millones de años y a pesar de esos tiempos tan tempraneros, ya andaba con dos pies como nosotros.

Descubierta en Etiopía en la primera mitad de los 70, como muchos sabrán su nombre se debe a la canción de los Beatles Lucy in the sky with diamonds, que los arqueólogos escucharon en la radio en el momento del descubrimiento.

Se desconoce qué canción inspiraría el hallazgo de una importante industria lítica al pie del monte Gibralfaro, al final de la calle del Agua, pero por las temperaturas alcanzadas el pasado lunes, cuando se tomaron las fotos, uno diría que Escuela de calor.

En esta zona de Málaga, además, se constata qué alejados de la realidad son algunos deseos urbanísticos, que pueden tardar décadas en materializarse, si es que llegan. Si consultamos el Plan General de 2011, veremos que si tomamos la calle del Agua hacia arriba y dejamos atrás la casa hermandad del Rescate, llegaremos a una placita muy bien urbanizada que linda con las primeras estribaciones del monte.

El panorama idílico se hace trizas si torcemos hacia la derecha. Llega un momento en que la placita se acaba y uno se topa con un agujero negro (llamémosle así por el alto número de cacas de perro que alberga). Y sin embargo, esta extensión de mierda, y disculpen la literalidad, no debería estar ahí: El PGOU dibuja para la zona un verde intenso que se funde con Gibralfaro como si fuera una prolongación del monte.

Pero en lugar de pinos y acebuches nos topamos con cacas de hace cientos de lunas y con la mencionada industria lítica. Lo de industria es un decir, porque los homínidos encargados del negocio se ha limitado a descuajaringar un murete, dispersar los bloques y usarlos de soporte para sus bebercios y otras hierbas.

El único toque de color lo proporciona una sucesión de pintadas que linda con el muro del bonito jardín de la Residencia Universitaria María Inmaculada, que afortunadamente está aislada de este infierno homínido.

Imaginen, no obstante, que un grupo de arqueólogos del siglo 54 indaga en el terrizo mientras escucha Música Antigua de la época, pongamos El Fary. Los hallazgos de cacas fosilizadas del siglo XXI, restos de hogueras y piedras de muretes usadas de asiento, ¿no les dará por pensar en algún rito iniciático bañado en alcohol?

Y crucemos los dedos para que no encuentren huesos de algún homúnculo que se pasó de alcohol hace tantos siglos o que se despeñó al realizar alguna voltereta de exhibición. En ese caso, ese hallazgo bien podría llamarse El toro guapo o incluso Carabirubí y dejar constancia, en un museo del futuro, de la extraña forma de pasar el tiempo de algunos malagueños de tiempos de Maricastaña. O de Rajoy.

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