José Ortega y Gasset y el Parque del Oeste

26 Jul

Si los malagueños disfrutan de las esculturas del Parque del Oeste es porque hace mucho tiempo el pensador español le dio un consejo a un joven bávaro.

El pasado sábado esta sección habló de un rincón del Parque del Oeste: el pasillo elevado entre enredaderas, la mayoría de un tipo de bignonia de una flor muy vistosa, en el que los amores turbulentos de la adolescencia dejan constancia de sus progresos y rupturas.

Se encuentra en el siempre sorprendente Parque del Oeste, porque con los años, como muchos saben, se ha convertido en un parque temático del escultor bávaro Stefan von Reiswitz, nacido en Munich en el 31 y vecino de Málaga desde 1957.

Lo que muchos quizás desconozcan es que Stefan conoció a don José Ortega y Gasset, muy amigo de su madre y a quien conoció en Munich. Fue precisamente Ortega quien le animó a irse a vivir a España con este consejo que evoca un país repleto de majarones: «Allí están todos locos y tú también lo estás y además, como extranjero, no te van a complicar la vida».

Y dicho y hecho, Stefan se marchó a la que entonces comenzaba a ser la capital de la Costa del Sol y encontró la horma de su zapato artístico algunas décadas después, con la construcción del Parque del Oeste, singular sin duda por la presencia de las obras de este malagueño de adopción, siempre con un toque a medio camino entre el surrealismo y la arqueología. No en vano, es hijo de un catedrático de Historia y arqueólogo.

Así que a nadie puede extrañar que en este rincón entre La Paz, el Parque Mediterráneo, Santa Paula y el Mar de Alborán abunden esfinges, minotauros, guerreros mitológicos, criaturas togadas con cabeza de espiral y sirenas varadas en estanques frente a la chimenea de Los Guindos.

La zona verde ha tenido que acomodarse a las necesidades de los tiempos y dejar espacio a una parque canino en uno de sus laterales, con el traslado consiguiente de las esculturas de la zona. Una de ellas es un hercúleo guerrero (la escultura se llama El Pacificador), absorto ante un pájaro con una cabeza de plumas en abanico y que ahora se encuentra enfrente del estanque principal, elevado sobre un túmulo de rocas muy homérico.

La otra obra, ahora en las cercanías de las pistas de deportes, es la marquesa de Chinchón, que pasea a una mascota nada convencional: un perro-insecto.

Aunque en esto de las predicciones uno puede fallar más que una escopeta de feria o un encuestador electoral, servidor aventura que este parque recibirá en el futuro casi la misma atención que el Parque de Málaga, no por su riqueza botánica sino por la escultórica. En 2010 el firmante ya habló de una pequeña Bomarzo en Málaga, una sucesión de esculturas oníricas que quién sabe si en las próximas décadas no recibirá visitas guiadas. Y todo comenzó con una recomendación de Ortega y Gasset… Estamos locos.

Escuchado en el autobús

«Mira la foto que me hizo mi niña en casa: salgo con un Pokémon en la cabeza».

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