Los ficus catedralicios y otras figuras picassianas

31 Oct

En el último día del octubre picassiano, un paseo por los Jardines que llevan el nombre del pintor, presididos por una escultura de Berrocal que necesita ya un buen apaño.

El tiempo avanza, sabemos, incluso para Isabel Preysler, por la que en principio no pasan los años. El otoño en Málaga es una época fugaz que se consume entre el recuerdo del verano, presente en días que a veces se aproximan a los 30 grados, y las ansias municipales por instalar dos meses antes de tiempo los adornos de Navidad y así reactivar las compras.

Es una estación de puro trámite, mientras el verano se desdibuja y va asomando la pata el invierno, caracterizado en Málaga por unas temperaturas tan frías como el corazón de Putin, dado que la inmensa mayoría de las casas no están equipadas con calefacción. Lo normal es que haga más frío en las casas que en la calle.

El otoño malagueño, con menos personalidad, nos deja sin embargo citas como el octubre picassiano que despedimos hoy. El programa de actividades que recuerda que, pese a su formación coruñesa, barcelonesa y parisina, a Picasso no se le olvidaron sus raíces. La patria es la infancia sin duda, aunque algunos políticos españoles den la impresión de que pasaron toda su infancia sin salir de Andorra.

El octubre picassiano es la excusa de esta sección para visitar los Jardines con el nombre del pintor. Una zona verde salvada de actos vandálicos de envergadura por su emplazamiento en mitad de una red de raudas carreteras. La única salvedad que hay que hacer es el monumento a Félix Rodríguez de la Fuente, del que hablamos hace un par de días.

Suele estar ocupado este parque por paseantes en busca de sombra y soledad, arropados por los ficus de raíces aéreas con unos contrafuertes y bóvedas que retan a los constructores de catedrales.

De los ficus examinados, tan sólo uno sufre una pintada gigante, realizada por dos cenutrios no tan anónimos, pues responden a los nombres de Miri y Elías. Que la vida les conceda algún día la inteligencia y la claridad de ideas.

Los restos más hermosos de la fábrica de La Aurora (qué fábrica proyectaría hoy unos jardines tan fastuosos) están presididos en el plano artístico por el monumento a Picasso realizado en Verona en 1976 por el escultor malagueño Miguel Berrocal. Uno de los más valiosos, bonitos y emblemáticos de la ciudad y sin embargo tan olvidado. Porque, a punto de cumplir cuarenta años, la escultura, concebida como un monumento que los niños pueden convertir en su campo de juegos, necesita una restauración completa.

Como esta sección lleva comentando desde hace años, la escultura exhibe manchas, rayajos, goterones de líquidos desconocidos, pintadas varias y va tomando la forma de un cascarón olvidado en este parque centenario.

En los Jardines de Picasso tenemos el primer monumento dedicado a Picasso, de 1972, de Ramón Calderón, inaugurado en 1978 y esta gran obra de Berrocal, ya avejentada, también de la Transición. Necesita ponerse al día, y no hablamos de política.

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