Hasta la saciedad se recuerda que Cervantes menciona el barrio del Perchel en El Quijote, lo que se dice menos es que también aparece en su última novela
Es casi un mantra a la hora de hablar del barrio del Perchel el recordar que ya Miguel de Cervantes menciona la zona en El Quijote. En efecto, ocurre en el capítulo III, aquel en el que don Alonso Quijano confirma del todo estar mal de la azotea al velar sus armas en la venta. El ventero guasón le confiesa que él mismo fue en sus tiempos mozos caballero y que anduvo de la ceca a la meca, por lo que visitó, entre otros lugares «los Percheles de Málaga» y las «islas de Riarán».
El dato quijotesco está ahí, pero Cervantes volvería a acordarse de los Percheles, la zona de Málaga en la que desde tiempos de los árabes se secaba el pescado en perchas, en su última novela. Una obra de la que, por cierto, estaba tan orgulloso que pensaba que superaba en calidad al Quijote.
Se trata de Los trabajos de Persiles y Sigismunda, una novela de las llamadas bizantinas, porque recreaba las novelas griegas de tiempos de Bizancio en las que dos amantes jóvenes pasaban mil y un aventuras en largos viajes y nunca faltaba el cambio de identidad, ni el descubrimiento de esta como elementos principales.
Es un libro muy entretenido lleno de naufragios, bandidos, piratas y también muy exótico porque la primera parte transcurre por Escandinavia, así que abundan la nieve y los icebergs.
Dos de los muchísimos personajes que desfilan por esta obra coral es un cautivo de los moros que habla de él y su compañero y cuenta: «Nos cautivamos juntos porque yo cautivé en Alicante en un navío de lanas que pasaba a Génova: mi compañero en los Percheles de Málaga, donde era pescador».
Es decir que los piratas campaban a sus anchas por las poco seguras costas de Málaga y Cervantes tampoco se olvidó de «los Percheles» en la que pensó que era su mejor novela. Se equivocó.
Más sobre rótulos
Hace poco más de un mes, y posiblemente por la exposición prolongada al sol durante el mes de agosto, el autor de estas líneas tuvo un lapsus a la hora de repasar los rótulos de las calles pues dejó algunos importantes sin nombrar.
No son desde luego los más antiguos los del desaparecido barrio obrero del Paseo de los Tilos como escribió entonces un servidor.
Entre los más veteranos, y con mucho, se encuentra por el ejemplo el de la calle Santiago, en el lateral de la iglesia. La calle aparece escrita además con el nombre antiguo, calle de Sn Tiago. El rótulo es muy similar a otro que se encuentra en la calle Granada, esquina con la calle San José, y que informa de que se trata de la casa del regidor Luis de Eslava. El personaje vivió en el siglo XVII pero la casa tiene muchos elementos del XVIII y la iglesia de Santiago también tuvo una importante reforma en el siglo de las Luces, así que los rótulos podrían ser del XVIII.
También veterano es el rótulo de la calle del Capitán. El problema es que una obra reciente ha pintado del mismo color que la pared el rótulo, probablemente decimonónico, y ahora es un capitán camuflado.
Estoy contigo, Alfonso, en que en la valoración de sus dos obras, Cervantes se equivocó : el Quijote es, y desde el mismo siglo XVII ya, obra de superior peso y calidad al Persiles.
Como en breve (bien lo sabes tú) voy a ocuparme de temas relacionados con los sueños en la obra de Cervantes (empezando por los de la Cueva de Montesinos), te agradezco que hayas dejado al margen esta cuestión en tu escrito.
Llevas mucha razón en que se habla mucho menos de la cita de “los Percheles de Málaga” en El Persiles. Yo creo que es porque esta segunda novela se ha leído mucho menos que El Quijote, que décadas atrás era libro de lectura en las clases de los estudios primarios, como recordarán muchos de los de mi generación.
Con un cordial abrazo, hasta pronto.