Un diálogo de sordos entre pintadas y cacas

16 Oct

La fallida plaza del Doctor Vargas- Machuca, en la Trinidad, sobre el techo del reformado mercado de Bailén, es un mero escondrijo con magníficas vistas

La semana pasada hablamos de cómo el Ayuntamiento de Málaga ha dejado en la orfandad urbanística o como se dice en Málaga, «a su puñetera suerte», la preciosa colonia obrera de San Eugenio, en el corazón de la Trinidad.

Ninguneada por el raquítico catálogo de edificios y conjuntos protegidos del PGOU, la colonia vive una prolongada decadencia gracias a nuestros miopes políticos, incapaces muchas veces de apreciar los rincones olvidados pero meritorios de nuestra ciudad.

La única mejora que se ha visto en los andurriales en realidad constituye una molestia constante para los vecinos. Se trata de la idea de convertir el vecino techo del remozado mercado de Bailén en un espacio lúdico, que a los pocas semanas de su inauguración ya se transformó en un gueto marginal poco recomendable, pese a que en lo alto se encuentra un parque infantil muy apetecible para los niños.

La entrada a este espacio mesetario, la plaza del doctor Vargas-Machuca, puede resumirse diciendo que, a lo largo de una respetable rampa, se establece un diálogo entre la profusa densidad de las pintadas y las cacas de perro. Porque pese a que en esta plaza no hay un grano de tierra, los dueños de perros optan porque los animalitos se alivien en pleno cemento y que luego recoja el producto Rita la cantaora.

Las pintadas, por otra parte, nos transmiten la sensación de haber sido realizadas por adolescentes todavía perdidos en el mundo, si no directamente desnortados. Aquí van dos perlas, dirigidas a una tal Celia, cuya mera transcripción haría bajar aún más los resultados de los estudiantes españoles en el informe Pisa: «Celia la Escosía» y «Celia la donante de Permas (sic)».

Por otro lado, se aprecia la rebeldía impostada, aprendida de las series de televisión en la que salen raperos neoyorkinos malotes con pintadas como «Those fucking cops cant with me». Insuperable.

El panorama en lo alto continúa en la misma línea deprimente. El horizonte de tejados de la Trinidad sólo se rompe si desviamos la vista hacia un falo gigante en posición de firmes, que algún alma delicada ha inmortalizado en el muro blanco.

En la plaza, en la que se aprecian restos de botellón, no hay un alma o eso parece, porque de repente, algo se mueve en lo alto de la chorraera. Un adolescente, agazapado y tapado por una capucha, parece meditar sobre la vida, sobre el negligente resultado de esta plaza que encoge el corazón o simplemente hace piarda.

Y así, tenemos que la olvidada colonia obrera de San Eugenio cuenta a pocos metros con este espacio lúdico al que mejor no acercarse solo. Como para pegar saltos de alegría.

La plancha del Puerto.

Fuentes del Puerto han reconocido el error en la plancha de acero corten que hay en la entrada y que convertía a Felipe IV en Felipe V, como informó esta sección el sábado. Ahora, verán si el escultor puede solucionar la errata. Rectificar es de sabios.

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