Por si usted no ha visto bien a Pablo Picasso

3 May

Está por ver si Pablo Picasso ha sido tan fotografiado como la Mona Lisa, pero por ahí andará la cifra. Desde que era un treintañero en el París de la I Guerra Mundial hasta su muerte, el artista malagueño tuvo detrás a los mejores fotógrafos del mundo, aunque la relación fue muchísimo más correcta y fructífera que la del actual inframundo del corazón.

El Museo Picasso exhibe estos días y hasta el 10 de junio una exposición con las fotos más singulares hechas a don Pablo. Un desfile de lujo que la semana pasada dejó encantada a la actriz Elena Anaya, que visitó el museo con su familia.

Y es que como el cocido madrileño, esta muestra no tiene desperdicio, comenzando por la foto de presentación, un impactante Pablo Picasso con un tocado indio, regalo de Gary Cooper, una foto realizada por el norteamericano David Douglas Duncan (la foto que acompaña este texto).

Pero Picasso, hasta bien entrados los años 40, está irreconocible. La persistencia de su peinado Anasagasti, una larga tira de pelo lateral con la que se cubre la calva, hace que estemos ante un extraño y sólo lo reconocemos con toda su energía y autenticidad en sus años mozos, en 1916, con una gorra cubriéndole la cabeza mientras bromea con otros artistas en las calles de París, en unas estupendas fotos de Jean Cocteau.

Hay una obra muy hermosa del fotógrafo Brassaï, hecha en 1939, de este extraño Picasso con arreglo capilar en su estudio parisino junto a una enorme chimenea que por sus extrañas formas parece salida de su imaginación.

De Michel Sime es una foto muy original, con el artista sumido en la oscuridad mientras que lo que permanece iluminado es un cuadro, en un rincón de su estudio de Antibes.

Los años 50 marcan la liberación capilar de Picasso y ya por fin es reconocible. En 1952 Robert Doisneau lo inmortalizó asomando la cabeza por la foto con su gran estudio ocupando casi todo el espacio.

En un estilo parecido, también del mismo fotógrafo, es la inolvidable instantánea de una bellísima y melancólica Françoise Gilot en primer plano, con el malagueño al fondo, sentado a la cama, una escena que parece adelantar el mutis por el foro de Gilot, la única mujer que se atrevió a dejar a Picasso.

Y donde el artista malagueño se siente a sus anchas es en la playa. Además de la famosa (y trillada) foto de Robert Capa en la que el pintor lleva en la mano la sombrilla con la que protege del sol a Gilot, hay otra fantástica, hecha por Willy Rizzo, en la que Picasso pinta un fauno en la arena de la playa. Una escena muy literaria, pues el malagueño dibujando en la playa una obra que la marea terminará por devorar es el argumento de un relato de Ray Bradbury.

En la playa de Cannes aparece también el autor del Guernica en una pose que recuerda la de un emperador romano en 1965. Pero de todas la fotografías, déjenme que resalte un primer plano, tomado dos años antes por el alemán Hortst Tappe, del artista en medio de un juego de sombras. Una selección asombrosa, casi perfecta, con algunas bromas del pasado, como la foto tomada en 1951 de la casa natal de Picasso. Cualquiera que la examine constatará que la actual Casa Natal no es sino la casa de los vecinos.

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