La no exposición excesiva a la telebasura tiene entre sus efectos más beneficiosos el no contemplar nada más que de refilón esos programas en los que se dan la mano el insulto directo y el grito pelao.
Algún día los historiadores de la caja tonta convendrán que la decadencia en la televisión española coincide en el tiempo con la luminosa decisión de Silvio Berlusconi de trasladar su filosofía vital a los platós. Ahí empezó la cuesta abajo.
En este largo descenso de caspa, grito y testosterona, los famosos han pasado de ser considerados unos seres inalcanzables y glamourosos, como ocurría hasta hacía 20 años, a ser tratados como desechos de tienta, auténticos sparring –consentidos o no– de gañanes y arpías especialistas en el despiece en directo.
Unido a este declive frívolo de la televisión se encuentra la moda de los photocall, un palabro inglés que designa un panel con las firmas publicitarias del evento que sea, delante del que se pone el famoso para ser fotografiado, y tras esta sesión, para ser asaeteado a preguntas indiscretas por los arqueros del corazón, que nada tienen que ver con Cupido.
Después de 15 años de Festival de Cine Español en Málaga, la sorpresa de este firmante es que todavía se utiliza, a gran escala, este método de tercera categoría que es el photocall, y que tanto abunda en los programas de acoso y cotilleo. Con este método, la inmensa mayoría de imágenes que el resto de España se lleva de nuestra ciudad es un fondo con el nombre de los patrocinadores que cambia cada año. Un auténtico desperdicio.
No ocurre lo mismo con otras ciudades marítimas y turísticas como Cannes o San Sebastián, sedes de dos de los festivales de cine más importantes del mundo.
Allí, en lugar de un soso fondo decorado con publicidad –que da la impresión de ser la puerta de entrada de alguna discoteca– las presentaciones de las películas suelen hacerse al pie de la calle, buscando como fondo un bonito paseo marítimo con el mar y algunos yates.
Ya me dirán si Málaga no cuenta con escenarios suficientes como para vender el Festival y la ciudad de otra manera.
Resulta inexplicable que las películas no puedan presentarse, por ejemplo, en el nuevo Muelle Uno, en la Alcazaba, en el Paseo del Parque o en el paseo marítimo Antonio Banderas, por dar algunas ideas obvias, y que todo se realice en un decorado soso y aséptico como es el photocall, desperdiciando así todas las capacidades turísticas de Málaga.
Las autoridades locales deberían plantearse alguna vez la posibilidad de limitar estos métodos promocionales, que bien pueden sustituirse por otros menos propios del mundillo del corazón y más efectivos.
La ciudad de Málaga aguarda detrás de esos fondos de plástico. Ya es hora de que pierdan protagonismo y asome más la Ciudad del Paraíso que, a fin de cuentas, es la que organiza el cotarro.
Pertinaces
La duda de algunos paseantes es si algunos miembros del festival se duchan también con la acreditación roja al cuello.