Los seguidores más fieles de la novela negra siempre esperan que el asesino regrese a la escena del crimen. Eso es, en otro orden de cosas, lo que hace el autor de estas líneas desde hace cinco años con el gigantesco terrizo de la calle México, una asignatura pendiente para el Ayuntamiento de Málaga, que no termina de aprobar, a pesar de que son incontables las convocatorias que ha tenido en junio y septiembre.
Echando la vista atrás, esta situación se mantiene desde hace unos 35 años. En este barrizal entre la avenida de Carlos Haya y el Parque del Norte existía un tejar, llamado de Martingalo, que aprovechaba la vecindad del arroyo del Cuarto.
Desaparecido el tejar, los terrenos fueron rellenados con arcilla y escombros y ahí siguen, desafiando a la lógica y lo más increíble, habiendo sorteado el boom inmobiliario sin que se haya puesto encima un ladrillo.
Algunos vecinos aseguran que los terrenos son municipales. En cualquier caso, en el nuevo PGOU la parcela aparece como terreno residencial. Pero eso no significa que las cosas vayan a mejorar: En el PGOU del 97 también aparecía como terreno residencial y ahí lo tienen, criando moscas. Aunque, más que moscas, lo que crían son coches.
Los vecinos de la calle México llevan varias décadas soportando un polvoriento y anárquico parking, lo que les ha empujado en alguna ocasión a animar al alcalde a que se compre un piso en la zona o pase al menos un veranito, que sin duda será tonificante.
En el aparcamiento abundan los baches rellenos de tejas machacadas y proliferan de forma alarmante las cacas, en principio de perro.
Un vistazo a las desdichadas viviendas vecinas nos demuestra que la práctica más seguida es tener las ventanas echadas y si es posible, las persianas. «Debían poner un parque con bancos», apuntaba esta semana Francisca, una vecina.
De momento el único intento de zona verde es el heroico arreglo de un pequeño rectángulo frente a uno de los bloques, reconvertido en jardincito para que haga de barrera de contención de los coches, que en cualquier caso irrumpen con el morro, como ocurre en algunas aceras de la Cruz del Humilladero.
El jardincito cuenta con un camino de chinos y plantas muy variadas, plantadas por los vecinos. A pesar de su aspecto, a la fuerza polvoriento y desvencijado, no deja de ser emocionante esta iniciativa ciudadana frente a un fracaso de la planificación urbanística.
Si en Málaga existe un terrizo inmundo durante 35 años, que se convierte en un barrizal los días de lluvia, a dos pasos del Hospital Carlos Haya, es que alguien no está haciendo los deberes. El cate lo tiene, una vez más, asegurado.
Ecos bélicos
Desemboca en el Paseo de los Tilos una callecita con una hilera de naranjos que al menos desde los años 20 lleva el curioso nombre de Asalto. Debe su nombre, parece, al asalto de las tropas de los Reyes Católicos para conquistar la Málaga musulmana. Ecos bélicos en una calle tranquila y con naranjos. Caprichos del callejero.
El tejar de Martin galo era de mis abuelos,llegaba hasta saly y se hacian ladrillos tejas y mosaicos