Por desgracia, no hay datos precisos sobre el número de insolaciones y lipotimias en los ejércitos de los Reyes Católicos durante la invasión de Málaga.
Habría que ver esa desgraciada ciudad musulmana, encerrada como una ostra mientras soplaba la brisa del terral, y a las huestes cristianas, con recios uniformes y cargadas de pertrechos, pasando más calor que enfoscando las pirámides. Tendrían ganas de que cuanto antes llegara la liquidación y venta del negocio, como así fue.
Las tradiciones son así, te caen cuando menos te lo esperas en el calendario y te encuentras, sin comerlo ni beberlo, con una Feria de Agosto, con lo bien que estaría en mayo.
El concejal de Cultura, Damián Caneda, propuso un debate para ver si se trasladaba a septiembre –es lo que antes los políticos cursis llamaban una célula de reflexión–. Pero el calendario es impepinable. Ni siquiera el Concierto de Año Nuevo en Viena puede cambiarse, no ya de mes, sino ni siquiera de día.
Lo mismo hay que decir del carnaval. Cierto que sería otra cosa de celebrarse en junio, pero al ir en estrecha conexión con la Semana Santa, no hay más que hablar. Así que los pitufos que el pasado jueves paseaban por la calle Larios, uno no sabía si tenían la cara azul para parecerse más al personaje o por el frío.
Pero las inclemencias del calendario no han impedido que se perciba una importante mejoría en el Carnaval de Málaga. Hay que admitirque una parte importante de la ciudad mira todavía con reticencia esta fiesta, igual que muchos malagueños se niegan a utilizar, por un provinciano prejuicio clasista, el autobús, pero los prejuicios ya no son tan rígidos como hace unos años y si el niño se disfraza de cadáver viviente a primeros de noviembre, por qué no se va a disfrazar de vikingo o de suevo en febrero.
En este despertar del Carnaval de Málaga, hay que resaltar la labor del presidente de la Fundación Ciudadana Carnaval de Málaga, Rafael Acejo, que le ha dado un buen empuje volcándose con los medios de comunicació, que al fin y al cabo son los altavoces del evento.
El Carnaval de Málaga fue cortado de cuajo durante el franquismo, como en todas partes, después de que en los años 30 se convirtiera en una fiesta compartidas por todas las clases sociales, bastante más separadas entonces que en nuestros días.
En mitad de la crisis y con este frío que nos regala el calendario, el carnaval extiende un poco más su encanto, que no es poco. Sólo por eso hay que felicitarse y continuar con las mismas ganas.
Sinergias
No hay nada como aprovechar eso que los profesionales de la venta de humo llaman la sinergia para llevar por buen rumbo un negocio.
Si la apertura del Museo Picasso conllevó la apertura del exitoso negocio de Las Papas del Museo, el Museo de Carmen Thyssen también ha tenido consecuencias, aunque algo menores: a pocos metros del museo se ofertan las minihamburguesas de la baronesa.