La semana pasada estuvo en Málaga Jay Miller, que aunque no es, como Petronio, el árbitro de la elegancia, sí lo es de los vinos en el mercado estadounidense (y parte del extranjero).
Sus puntuaciones en una conocida revista de vinos pueden aguar las expectativas de una bodega o llevarla al éxtasis oloroso y gustativo. Este hombre afable y bien alimentado visitó el Museo del Vino y dijo verdades como puños, aunque no sean muy agradables de escuchar, pero viniendo del máximo conocedor de las relaciones vinícolas entre España y Estados Unidos, se agradece la sinceridad.
Y es que Jay Miller anima a los bodegueros malagueños a que viajen al país de Obama para dar a conocer sus productos, porque los americanos saben de vinos de Málaga tanto como de geografía centroeuropea, que es bien poco (un importante porcentaje sigue confundiendo Austria con Australia, por poner un ejemplo).
Admitámoslo, en Estados Unidos no tienen ni puñetera idea de los vinos de Málaga, pero la situación no es irreversible. De hecho, hubo un tiempo en el que los vinos de nuestra tierra fueron mundialmente famosos, también en la tierra de la coca cola y el melón (de George Bush jr.). No es sólo el que lo beban algunos personajes de Faulkner, o que un episodio de la segunda parte de Los Tres Mosqueteros de Dumas (Veinte años después) se llame Málaga, en honor de los caldos de estos andurriales; es que en Estados Unidos existen nada menos que seis poblaciones con el nombre de Málaga, en recuerdo de nuestros vinos.
En el estado de Washington, un alemán aficionado a las viñas se dedicó a cultivar uva de Málaga a mediados del siglo XIX, en un pueblo que llevará este nombre. Un origen parecido parece deducirse de la Málaga de Ohio, y las que se encuentran en Kentucky, Nuevo México, Nueva Jersey y California. En este último estado, hay además indicios históricos de la llegada de vino moscatel y una calle de esta Málaga lleva, precisamente, el nombre inglés de Muscat, que no precisa traducción.
No estaría mal que el Consejo Regulador de Vinos de Málaga y las bodegas unieran sus esfuerzos para visitar los respectivos condados de algunas de estas málagas y dieran un fundamento histórico a su labor de promoción del vino de este rincón de España.
Ese bicho tan repulsivo llamado la filoxera acabó con un pasado vinícola bastante próspero, hora es de reconquistar en Estados Unidos ese mercado perdido que se dejó seis málagas por el camino de la Historia. Por algo sería.
Insultos tiroleses
Existe en Málaga una destreza vocal para soltar los insultos con el arte de un ducho en cantos tiroleses. Examinada la secuencia tonal de un insulto tan poco original como «hijo puta», presente ya en El Quijote, en nuestra ciudad adquiere características únicas, como con ese seguidor del Málaga, que el pasado lunes soltó al árbitro en La Rosaleda, literalmente, lo que sigue: «Elíodelagrampuuuta». Ustedes disculpen.