Aunque Berlanga nos dejó hace poco tiempo, el espíritu de su cine pervive entre nosotros, sobre todo en una ciudad como Málaga, tan estrechamente unida al realismo mágico, un fenómeno que aunque se dio a conocer en la literatura sudamericana de los años 60, en nuestra ciudad ha tenido mil y un ejemplos vivos (y los sigue teniendo).
Una estampa digna de Luis García Berlanga ha sido, precisamente, la del rodaje de una película en el puerto de Málaga, y en concreto en la estación marítima de pasajeros. En concreto se trata de una escena de Marco, el famoso cuento de Edmundo de Amicis, convertido en dibujos animados japoneses en los 70 y que muy pronto se estrenará en forma de miniserie, con Ariadna Gil y Álvaro de Luna, entre otros.
Ambientada en los tiempos actuales y sin que haya constancia de que aparezca el mono Amedio, el puerto de Málaga se había transformado para la ocasión en un puerto italiano (al pie de la montaña, como rezaba la canción de la serie italiana). Y claro, todo puerto italiano que se precie debe contar con los carabinieri, el famoso cuerpo de seguridad.
Así que durante unas horas, en la estación marítima de Málaga convivieron guardias civiles, seguridad privada, policía portuaria y carabinieri. Vamos, que el puerto nunca se vio tan seguro. Y claro, algunos de los cruceristas recién llegados, con escaso conocimiento de cuáles eran las fuerzas de seguridad españolas, se dirigieron a los carabinieri para preguntarles cosas de Málaga, para el desconcierto de los agentes italianos.
Una situación surrealista que recuerda, por su ambientación extemporánea, esa plaza del Obispo con su candelita de la Inquisición, una escena tópica que no faltó en el rodaje de El puente de San Luis Rey, fantástica guía para quien no quiera hacer bien una película.
Reaparición
El Ayuntamiento retiró al fin de la calle Santa Cristina, entre el antiguo Palacio de Justicia y los pisos de Cantó, la costra vegetal de varios kilos de peso que llevaba tantos meses depositada en la acera.
Las excrescencias de dos gigantescos ficus, que hunden sus raíces en los terrenos del Miramar al menos desde mediados de los años 20, habían causado la propagación de una masa adherente a los zapatos de los peatones de más de unos 150 metros de largo.
Finalmente, en estos días el Consistorio ha tenido a bien eliminar la porquería y para sorpresa de los viandantes, debajo de toda la mugre ha reaparecido la acera. Feliz reencuentro.