Procesión de hitos rumbo a la estepa rusa

21 Oct

Colocados en fila todos los hitos de la arquitectura-basura de Málaga, los innombrables edificios, la mayoría de la década de los 60 y 70, llegarían a las puertas de la estepa rusa.

Pero si además sumáramos todos los que ha gestado esta provincia, en especial la Costa del Sol y los salidos de la mente deconstructivista de una extinta caja de ahorros, nuestras glorias arquitectónicos podrían llegar hasta Siberia y bajar hasta la antigua Indochina.

Ocupando un lugar de honor en esta procesión de horrores tendríamos el cine Astoria, inaugurado en 1966.

45 años después de tan luctuoso suceso (no desde el punto de vista cinematográfico), los malagueños ya nos hemos acostumbrados a su diseño patatero, en la misma medida en que no retrocedemos de espanto cuando vemos ese rascacielos ilegal que desde hace cuatro décadas asoma por la ladera de Gibralfaro.

Los años 60 dejaron una huella terrible en la plaza de la Merced, con la demolición de la iglesia para construir el lamentable edifico Pertika y justo enfrente, el dueto de cines Victoria-Astoria. Que tantos turistas sigan acudiendo a la Casa Natal de Picasso se debe a un generoso ejercicio de abstracción o supresión mental de estos desechos de tienta de la arquitectura autóctona.

Cosa muy distinta es que esta maravilla de la técnica merezca una segunda oportunidad. De momento, el cine Astoria duerme el sueño de los justos, cubierto por una acertada lona, a la espera, quizás, de que el final de la crisis económica ilumine a nuestras autoridades y sepan, de forma clara, qué hacer con el trasto, después de desembolsar más de 20 millones de euros.

Las previsiones más pesimistas auguran que el Ayuntamiento terminará rehabilitando el engendro a causa de las apreturas económicas, cuando la lógica empuja a demolerlo y, si se tercia, a construir algo menos espantoso y de cierta utilidad, aunque la utópica propuesta de Izquierda Unida de ampliar la plaza de la Merced suena bien pero no convence a una clase política acostumbrada a dejar huellas rotundas de su gestión. Entre un jardincito sin más y un edificio multidisciplinar que establezca un diálogo (aunque sea de sordos) con la plaza de la Merced convirtiendo a Málaga en un referente pionero, hay un majao.

Pero ya puestos, el firmante esperaría a que la coyuntura mejorara para realizar una obra de nueva planta. Eso sí, en ese caso corremos el riesgo de que nos planten un carísimo edificio acristalado que, gracias al soletón que arrecia en la plaza picassiana, conduzca a todos los usuarios del magno centro cultural al punto de ebullición.

Ya se encargarán nuestros genios locales de colocarnos un carísimo sistema inteligente de refrigeración. Estamos en buenas manos.

Tribus y txapelas

La tribu de asesinos iluminados se retira para siempre a sus cuarteles de invierno. La conclusión que debe sacar todo talibán con o sin txapela es que «la patria con sangre, no entra». La civilización venció a los fanáticos.

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