De calendarios y modelos de la Feria de Agosto

28 Jul

En la actualidad la Feria de Agosto de Málaga no vive sus mejores tiempos. De hecho, sus últimos mejores tiempos hay que datarlos en el cambio de los años 80 a 90, hace veinte años, cuando la Feria del Centro no se había sanferminizado como ocurre en nuestros días, por muchas puertas bienintencionadas que nuestros políticos hayan puesto al campo.

En estos tiempos feriantes que nos han tocado vivir (o para algunos, beber), la perspectiva de pasar una jornada en el Centro sin toros ni mozos con pañuelos rojos pero con el mismo afán por alcanzar la borrachera colectiva ha provocado un éxodo feriante al Cortijo de Torres. Este recinto, por cierto, hace las veces de refugio poco original, al seguir el modelo de la inmensa mayoría de ferias de Andalucía (y algunas de Cataluña).

Con este panorama, la propuesta del concejal de Cultura, Damián Caneda, de debatir si la tradicional Feria de Agosto debe convertirse en la nueva Feria de Septiembre puede entenderse. Al fin y al cabo el modelo actual no es un dechado de virtudes pero ¿es un problema de fechas?. La cuestión es si todo se solucionará repitiendo las mismas pautas un par de semanas más tarde. ¿Merecerá entonces la pena el cambio de mes mandando a hacer gárgaras la Historia de Málaga, que justifica que la feria se celebre en agosto y no en febrero o en octubre?

A fin de cuentas, si sólo nos atenemos al calendario, los sevillanos han conseguido convertir en una sólida marca turística un mes tan ingrato e inadecuado para una feria como es abril, famoso en el refranero por sus constantes precipitaciones.

Lo mismo hay que decir de otras grandes fiestas, ancladas por el capricho de la Historia en el calendario. Tan sólo imaginen que la entrada de Jesús en Jerusalén se hubiera retrasado hasta primeros de junio. Se acabarían durante largos años las lágrimas de los cofrades malagueños, con unas procesiones sólo enturbiadas de higos a brevas por solitarios chaparrones veraniegos –aunque habría que desterrar las túnicas de terciopelo–.

Por otro lado, también septiembre tiene sus problemas. En ese mes gran parte del mundo laboral malagueño comienza a ponerse en marcha; que se lo pregunten a los alumnos, a los profesores, a los jueces o a los abogados, por poner unos ejemplos. Y de la posible supresión de la Semana Blanca ni hablamos.

Atrasar la feria por motivos básicamente empresariales y climáticos (los políticos dirían climatológicos) no es suficiente argumento, a juicio de un servidor. Las conmemoraciones están ahí, fijas en el calendario, para conmemorarlas cuando caigan, y aunque muchos quisiéramos que en Nochevieja soplara una cálida brisa marina o los norteamericanos quizás ansíen un Día de Acción de Gracias primaveral, la realidad es otra.

Lo que hay que hacer es cambiar el modelo actual de Sanfermines II y mejorar una feria tan poco original como la del Cortijo de Torres. Los toldos, el microclima y otras sorpresas de la tecnología pueden atemperar los calores de una feria que en una ciudad tan dejada con su pasado como esta se celebra en agosto desde 1491. Ayer, como quien dice.

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