La casa del cuñado de Hulot y la triada de juegos

5 May

Un servidor, como tantos malagueños, tiene muchas ganas de que los muchachos del Aula del Mar abandonen las decrepitudes de sus actuales instalaciones portuarias y se acomoden en los límpidos espacios de la nueva zona abierta al público. Contemplando ese pulpo gigante descolorido que adorna su actual y desmejorada sede, uno no puede sino evocar, por asociación de ideas, los desconchones morales que en estos tiempos electorales exhiben más que nunca algunos políticos de la Junta y de la Generalitat Valenciana, fachadas agrietadas de cemento armado que se permiten continuar en sus puestos y algunos hasta tienen la insolencia de pedirnos el voto –algunos lectores meterán en el saco al actual Ayuntamiento, pero por número de grietas, las dos anteriores administraciones ganan por goleada–.

Y siguen las asociaciones de ideas, porque hasta que no llegue el estupendo proyecto del Aula del Mar y las demás instalaciones, el nuevo Puerto, aunque precioso, está falto de vida y eso se nota. Da la impresión de que paseamos por un muestrario de arquitectura en el que se dan la mano estilos remozados de la vanguardia de los años 20 con una disposición de baldosas y parterres que recuerda, por su aspecto aséptico, esa casa de los años 50 del cuñado del señor Hulot, en la que casi había que entrar de puntilla (véase la genial película Mi tío de Jacques Tati). Falta, eso sí, una fuente con forma de delfín que al entrar los visitantes suelte un chorro de agua bien alto, pero es lo de menos.

Todas estas impresiones, claro está, están motivadas por la falta de funcionamiento y es sólo una cuestión temporal el que se vaya desvaneciendo la sensación de estar en una exposición provincial, como la que en los años 20 ocupó con sus flamantes pabellones los futuros jardines de Pedro Luis Alonso, por entonces un terrizo sin oficio ni beneficio, como los que todavía salpican en exceso el castigado barrio de la Trinidad.

Lo que de verdad está mitigando esa sensación del se ve pero no se toca son los juegos infantiles y los aparatos para la siesta. Entiéndase esto último como los bancos con forma de seta ondulada o ergonómica, que está siendo un verdadero éxito de público, que puede permanecer repantingado en el artefacto durante horas y ya veremos si días. Los niños y adultos malagueños, acostumbrados al balancín, la chorraera y los columpios, están descubriendo vida más allá de la triada de juegos infantiles, como esas baldosas que al pisarlas suenan o los triángulos que encierran campanas.

Uno ha visto a padres como castillos y a madres como torres almenaras dando vueltas a los triángulos con verdadera ilusión de niños. El mismo éxito cosechan los juegos de cuerdas y maderas que recuerdan a alguna prueba de La isla de los famosos, ese programa en el que sólo puede participar lo más descentrado del vertedero mediático español.

Y qué me dicen de ese puente colgante –a escasos centímetros del suelo– formado por inestables tacos de madera. Familias enteras han intentado cruzarlo, muchas de ellas con escaso éxito, lo que lo convierte en adictivo.

Con la próxima llegada del Aula del Mar y establecimientos de tapeo, este nuevo Puerto que ahora parece de exposición se irá convirtiendo en un trozo vivo de Málaga. Ya falta menos.

Una respuesta a «La casa del cuñado de Hulot y la triada de juegos»

  1. Muy buena observación, Alfonso; con tu permiso la usaré en algún texto mío (citaré siempre fuente, claro es). Me refiero a eso de que “… con escaso éxito, lo que lo convierte en adictivo.” Tus artículos, como tus libros, -los que he leído hasta ahora-, son la siempre excepcional confirmación de la regla : tienen éxito, y son además adictivos.
    Un abrazo, y enhorabuena, maestro.

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