Una reflexión brillante e irónica sobre la posteridad

22 Nov

La seriedad que destilaba Alfonso Canales escondía un humor británico certero que, agazapado en una esquina, podía saltar a la palestra en cualquier momento.

Uno de esos momentos más brillantes y divertidos del poeta, fallecido el pasado jueves, lo regaló a la concurrencia en marzo de 2007, cuando el Ayuntamiento tuvo a bien dedicarle un busto a su memoria y una plaza con su nombre, en los jardines del Barrilito.

Asistieron, además de políticos y familiares, sus amigos y compañeros de la Real Academia de San Telmo. El día estuvo despejado de nubes y casi exultante de sol. El busto que realizó el también académico Jaime Pimentel es uno de los más logrados de su extensa producción artística (el Cenachero, el Biznaguero y el Platero del Parque son suyos).

Y en este escenario cargado de belleza y amistad, Alfonso Canales sacó unos papeles y comenzó a leer su discurso de agradecimiento, que fue una lección de ironía, filosofía y modestia.

No se olvidó de agradecer el esfuerzo de su amigo escultor, quien, a su juicio, le había sacado «con favorecedores ojos», asegurando que el trabajo el bronce le aseguraba «mi presencia ante estos árboles, estas flores y sus descendientes», ya que la aleación de cobre y estaño, era más duradera «que la de los huesos y la carne».

Pero en un momento tan signficativo, el poeta quiso resaltar la fugacidad «de las glorias de este mundo», así que hizo un ejercicio futurible y se imaginó el busto, con el paso del tiempo, siendo objeto de la certera digestión de los pájaros o incluso desplazado de lugar en esta Málaga de la construcción implacable, para levantar en su lugar más edificios «y mandar mi memoria a un lugar más secreto».

«No hay palabra más imperecedera que la de Dios ni hay recuerdo humano imborrable», concluyó, y sin embargo, a pesar de sus reflexiones sobre la fugacidad del recuerdo, los aplausos y el cariño que recibió a cambio parecieron difíciles de borrar.

Sirva como modesto ejemplo esta crónica. El firmante fue testigo de esta reflexión en voz alta sobre las glorias mundanas una mañana de primavera de hace tres años y no se le ha podido olvidar.

Ahora que la «aleación» de carne y huesos ha pasado a mejor vida, quedan sus palabras y un busto de bronce que acompaña a la gloria botánica del Barrilito, la chorisia insignis. Si la presión urbanística y las modas lo permiten, el árbol y el busto serán inseparables, confiemos que, al menos, durante muchas décadas. Descanse en paz Alfonso Canales.

Pintadas preventivas

En Málaga la ironía salta en cualquier momento, incluso en aquellos en los que se dan cita una amalgama de autoridades.

Durante la presentación junto a la estación de tren del nuevo vagón del Metro (espléndido por dentro y por fuera), una voz anónima comentó que el vagón tenía tantos dibujos y punteados para evitar que fueran profusamente cubiertos de pintadas por la jauría grafitera.

Una respuesta a «Una reflexión brillante e irónica sobre la posteridad»

  1. Excelente artículo, como de costumbre.

    Las palabras que dedicó a su amigo sirven para su epitafio:
    Hermoso es aprender, rozar lo no sabido…..

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