En el año 2006, esta misma sección se hacía eco del estropeado aspecto del número 32 de la Alameda Principal, la antigua mansión de la familia Heredia. Tan mal estaba, cubierta por una gruesa capa de mugre, que daba la impresión de que cualquier día de estos iba a pedir asilo político en una ciudad menos montaraz que Málaga.
Pero incluso en esta urbe atrasada, capaz de cepillarse de un plumazo (de un hotelazo), la manzana de Hoyo de Esparteros a mayor gloria de una promotora y con el (bochornoso) visto bueno de la Junta, asoman atisbos de comportamientos civilizados, alejados de lo que se estila en nuestra maltratada Costa del Sol, con la capital como referente europeo del Urbanismo Tremebundo (en inglés, Horrible City Desing).
Que en Málaga la casa de los Heredia haya resistido nuestra casposa presión urbanística ya es un hecho inusual y si no, echen un vistazo al lugar que ocupaba el palacio de los Larios y descubrirán encima el inenarrable edificio de La Equitativa.
A mayor mérito para Málaga, la mansión de los Heredia no sólo no ha quedado reducida a una montaña de escombros en el último medio siglo sino que lleva algún tiempo rehabilitándose y ya se han retirado los andamios que parecían haber echado raíces en la Alameda.
El resultado es espectacular. La roña de la fachada ha dado paso al edificio que en 1918 Guerrero Strachan le dio aires mudéjares y que un siglo antes fue la vivienda de Manuel Agustín Heredia, ese chico de un pueblo perdido de La Rioja que acudió a Málaga de quinceañero para trabajar de dependiente en una tienda de Vélez y terminó convirtiéndose, gracias a su trabajo e inteligencia, en el hombre más rico de España.
Esta vivienda entronca con las casas de recreo que disfrutaron ya la segunda generación familiar, los Heredia Livermore, a saber, La Concepción, San José y La Cónsula (aunque las leyendas sigan afirmando que don Manuel Agustín vivió en San José, cuando en realidad tuvo una finca del mismo nombre pero no el actual psiquiátrico de San Juan de Dios).
Ayer, la puerta de esta mansión, cerrada a cal y canto durante años, estaba abierta y se podía atisbar uno de los patios interiores de la vivienda. Sólo el saber que esta olvidada mansión cobrará vida en breve, sea cual sea su uso, desmiente que los malagueños seamos tan selváticos y autodestructivos.
Al menos cuando no hay concejales ni consejeros de por medio sabemos comportarnos.
Frescura
También llama la atención la espectacular renovación de un edificio en calle Hilera, esquina con la calle Alonso de Palencia. Lo que antes era una construcción anodina y deprimente ha dado lugar a un edificio de líneas modernas muy novedosas, que proporciona originalidad y frescura al entorno.
Tome nota, quien corresponda, de la importancia que tiene el emplazamiento idóneo, se llame como se llame el autor de la criatura.